Última caminata del abuelo

Última caminata del abuelo

Mar Barcelo

23/11/2018

El abuelo se puso la gorra y el abrigo. Ya estaba listo para su paseo. Su paseo era un ritual para romper con el largo y aburrido día. Las hijas y nietos venían siempre los domingos, con un horario fijo, nunca de imprevisto para darle una sorpresa.

Antes de salir de casa, Rafael comprobó rápidamente si había cogido las llaves, no sería la primera vez que se las olvidara y tenía que ir al vecino a pedir las llaves de repuesto. Odiaba eso porque sabía que le caería un sermón correctivo pronunciado de una manera infantil. Cogió su llave y cerró la puerta.

En aquel momento le vino a la cabeza, que ahora ya no se vive tan seguro como antes, en su juventud, entonces podías dejar la llave con una cadena colgada del buzón y ahora tenía una alarma antirrobo. Los ladrones de aquella época eran especialistas, profesionales, hoy en día los adictos roban tus cosas con violencia y sin sentido.

Miró a derecha e izquierda. ¿Qué camino tomaría hoy?. No es que realmente le importara, conocía el vecindario desde hacia 43 años. Nunca hubo nada nuevo. Cada casa, cada rincón, cada piedra en la montaña era conocida. Se fue a la izquierda. Sin pensarlo realmente, decidió ir a un suburbio en lugar de ir hacia el centro. Un paseo por el centro era más ameno, siempre había gente paseando, mirando escaparates. Pero hoy no quería hacerlo. Mientras caminaba y meditaba sobre los viejos y perdidos tiempos, notaba que con cada paso, el aire, la atmósfera, el barrio y la gente cambiaba, y curiosamente, comenzó a sentirse más feliz y más sano. Entonces recordó lo feliz que había sido en su juventud, jugando en la calle con su balón.

A dos manzanas de la calle donde vivía había un descampado y cuando llovía se formaban unos charcos enormes, y a él le encantaba saltar sobre ese agua estancada. Cuando volvía a casa mojado, el castigo no estaba mal, ir temprano a la cama y dos días de arresto domiciliario.

Ahora, allí estaba él, parado frente a su antigua escuela. Una escuela que todavía estaba dirigida por monjas y padres. Eran, lo sabía muy bien, muy estrictos. Al menos una vez a la semana se tenía que confesar e ir a misa. También había pertenecido a los boys scouts. Especialmente, le gustaba el campamento anual que había encontrado divertido y aterrador al mismo tiempo. Cantaban por la noche cerca de la fogata y luego, una vez dentro de sus sacos de dormir, explicaban aventuras de terror. Había disfrutado casi de cada minuto.

A pocas calles de distancia, se paró frente a la casa de su antigua novia, la conoció jugando a las carreras de sacos en una fiesta mayor, ella era mucho mejor que él, jugando a eso, y cada vez que él perdía, ella le tenía que dar un pequeño beso de consolación en la mejilla, a él le encantaba perder. Más tarde, ella se mudó y se convirtió en enfermera en otra ciudad. Rafael conoció a otra chica, su posterior esposa. Estuvieron comprometidos durante mucho tiempo, al menos 7 años, antes de que encontraran una casa y pudieran casarse. Tuvieron dos hijas y dos nietos.

Ahí estaba su antigua oficina. Había trabajado allí durante 43 años. Cada año recibía un paquete por Navidad, incluso cuando ya estaba retirado. En sus primeros años, trabajaba al menos 45 horas a la semana, incluso los sábados. Eso era algo diferente de las horas de trabajo y vacaciones actuales.

Paseos con sus buenos amigos, de vacaciones con su familia, cumpleaños o bodas de familiares, todas estas cosas le trajeron recuerdos agradables.

Su esposa había muerto hacía 9 años, tuvo un ataque al corazón y murió al instante. Por un tiempo él se sintió con rabia pero poco a poco se le fue pasando. Él creía en una vida después de la muerte, pero no en el escándalo de la iglesia. Había visto demasiadas cosas como para tomar en serio la iglesia o la política.

Lentamente había aterrizado en el parque, se sentó en un banco, había muchas madres con hijos. Riendo, gritando y corriendo, los niños jugaban de un lado a otro. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que fue al parque con sus hijos ?.

La vida había sido buena para el abuelo, tuvo un buen trabajo y una buena esposa. Estaba orgulloso de sus hijas y nietos.

Un fuerte sentimiento de felicidad y amor lo abrumó. Rafael supo inmediatamente donde estaba. Todo le parecía familiar. Su esposa apareció allí. Ella le hizo una señal. Él no quería nada más que ir hacia ella, esta encantado de verla de nuevo. » Ven » dijo ella, » ven conmigo «, hay muchos otros que estarán felices de verte otra vez. Y él la siguió sin vacilación ni miedo, más allá de la luz.

El abuelo Rafael con la familia :

Una de las hijas y nietos:

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