Lleva algún tiempo sin escribir, no tiene ganas. Sale a pasear como todas las mañanas con su fiel amigo. Pero no ve nada que le llame la atención, no es capaz de imaginar alguna situación que le de pié a abrir el ordenador.

Hace casi un mes que discutió con su hermana por el dichoso Álbum de Fotos de la familia.

Se pasaba el día pensando, en la hora en que le dijo a ella que lo sacara que iban a pasar un buen rato y en la fatídica hora también, que le dijo que se lo dejara llevar.

¿Para qué lo quieres? Le dijo su hermana. Tienes todas las fotos escaneadas.

– Venga no seas así hombre, te prometo que en dos días te lo devuelvo.

– El Álbum de fotos no sale de aquí.

Pero su hermana lo que no sabía era que a él le gustaba ver las fotos de su madre, es cierto que las tenía en el ordenador y que gracias a ellas, tuvo la suerte de encontrar su camino en la escritura.

Le gustaba tocar las fotos de su madre cuando era pequeña, le gustaba ver la sonrisa amable y sus ojos de felicidad. Le gustaba ver las fotos de su madre de adolescente con su rostro limpio sin ninguna sobra.

Adoraba ver esas fotos en la que la protagonista siempre era la sonrisa de ella y la expresión viva de sus ojos.

Esos ojos y esa sonrisa que con el tiempo fue desapareciendo, aunque ella siempre estuviese gastando bromas o riéndose su expresión había cambiado. Su sonrisa y sus ojos cada día más grises.

Un buen día, sin pensárselo apareció en casa y sin venir a cuento le pregunto:

Mamá ¿por qué no te vas?

¿A dónde hijo? le respondió ella divertida

Mamá, no te necesitamos ya. Le dijo él con rostro serio. Tienes que marcharte de aquí.

A ella se le cayó el paño de las manos, sabía de lo que estaba hablando su hijo y musito:

No puedo irme.

Claro que puedes mamá, ¿que te detiene aquí? ¿Él? Sabes que tiene su vida desde hace tiempo. No te quiere, sólo le gusta tenerte controlada. ¿Pero cuando te vas a dar cuenta mamá? Mi hermana y yo estamos ya independizados, tenemos nuestros trabajos y nuestros problemas, no es hora de que dejes tus miedos atrás y empieces a vivir.

¿A dónde hijo, a donde voy a ir?

No digas eso mamá, sigues siendo independiente económicamente, siempre te estoy oyendo decir que te gustaría hacer esto y lo otro y él siempre que lo has intentado te ha cortado las alas, o te ha hecho cambiar de opinión. Mira ya es hora que salgas de aquí, del círculo del confort de él, que no es el tuyo desde que yo tengo uso de razón. Haz un pequeña maleta y vete, corre mamá.

Ayúdame a poner la mesa.

Fue lo que tuvo por contestación. Pero cuando la miro algo raro le pasaba en su ojos un tímido brillo ellos comenzaba a aflorar.

Al poco tiempo, abrió su buzón y encontró un sobre dentro de el, una foto con un enorme GRACIAS por detrás, la miro y empezó a chillar y a saltar de alegría era de ella por fin estaba donde quería.

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