Mi abuelo, un hombre trabajador, un hombre feliz, un hombre bueno y amigable, vivo con él en una finca en medio de la naturaleza, el pueblo mas cercano queda a una hora a pie, amo vivir con mi abuelo, es mi única familia desde que mis padres me abandonaron y es mi único amigo, todos los días nos levantamos a las 5 de la mañana y apenas sale el sol empezamos a trabajar en la finca, él hace labores pesadas como cargar grandes costales de cultivo y ese tipo de cosas, yo le ayudo cuidando los animales, tenemos gallinas, tenemos cerdos y algunas vacas, amo cuidar los animales pues son muy amigables conmigo. Cada domingo mi abuelo y yo bajamos al pueblo juntos, es el mejor día de la semana ya que lo pasamos juntos, nos reímos mucho, hablamos y compramos helado, todas las noches me acuesto deseando que fuera domingo de nuevo para poder volver a pasar todo un día divertido con mi querido abuelo. Siempre luego de un día difícil y de hacer nuestras labores en el campo nos gusta jugar ajedrez juntos, y aunque siempre me gana, disfruto mucho jugar con él.

Un día mientras estábamos trabajando, mi abuelo sembrando cultivos y yo ordeñando las vacas, de repente en la lejanía se empezaron a ver unos hombres caminando hacia nosotros, tenían unos extraños objetos en sus manos, de un color negro y los cargaban como si fueran algo muy importante para ellos, estaban vestidos con ropa sucia y desgastada, mi abuelo apenas los vio se asustó mucho, y me dijo que corriera hacia la casa y me escondiera en un lugar seguro y que no saliera por nada, yo estaba muy confundido pero le hice caso, así que me escondí en un pequeño cajón que había en la cocina y me quede quieto. Pasaron unos 3 minutos de silencio y escuche como llegaron los hombres a donde mi abuelo, empezaron a conversar de forma amigable, no pude escuchar bien lo que hablaban, pensé en salir tal vez, pero decidí hacerle caso a mi abuelo y quedarme escondido, luego de unos minutos hablando se escuchó un gran estruendo que me hizo saltar del susto, me confundí mucho en ese momento, pensé que había sido un rayo que cayó cerca, como en esas noches donde llovía de forma violenta, solo seguí esperando y sentí un silencio muy grande, así estuve 20 minutos escondido, ya estaba aburrido de esperar y decidí salir, cuando salí de mi escondite encontré a mi abuelo sentado en el sillón de la sala llorando, yo me puse muy triste y le pregunte porque lloraba, me respondió pero era difícil entenderle porque tartamudeaba mucho, me dijo que estaba llorando de felicidad porque esos misteriosos hombres le habían dado mucho dinero por nuestros animales y yo me alegré en ese momento porque sabía que podríamos algún día vivir mejor, fui a revisar y faltaban 5 pollos, 3 cerdos y 4 vacas, los misteriosos hombres compraron todas las vacas que teníamos y nos dejaron pocos animalitos, pero estaba feliz, pues el dinero lo tenía mi abuelo y el sabría usarlo sabiamente, también me pareció curioso que los campos donde había cultivos también estaban vacíos, muy contento fui a preguntarle a mi abuelo si eso también lo habían comprado los misteriosos hombres, y de repente lloro más fuerte y me dijo que sí, yo no entienda esas lágrimas de alegría, pero confié en las palabras de mi abuelo.

El tiempo pasó y las cosas no fueron iguales, sentía que cada vez teníamos menos comida y ya habían unos domingos en los que no bajábamos al pueblo a comprar helado, eso me confundía mucho, y siempre le preguntaba a mi abuelo que pasaba, ¿no se supone que esos hombres nos habían dado dinero por los animales y cultivos?, pero mi abuelo siempre me mandaba a hacer algo cuando le preguntaba, me mandaba a dormir, me mandaba a cuidar los pollitos, me mandaba a hacer mil cosas, pero nunca me daba respuesta, a veces me decía que estaba ahorrando para irnos a vivir al pueblo, pero ese día nunca llegaba, solamente seguimos trabajando y trabajando cada día, y a pesar de que a veces notaba a mi abuelo triste, siempre intentaba hacerlo reír y de pasar un buen rato con mi hermoso abuelo, al que amo y siempre amare.

Un día como cualquier otro, nos levantamos a las 5 de la mañana, desayunamos y nos pusimos a trabajar como de costumbre, fue un día difícil, muy agotador, el sol era intenso y nos fatigaba cada vez más y más, pero por fin llegó la hora de descansar, esa noche mi abuelo no quiso jugar conmigo, pues estaba demasiado cansado y quería dormir, yo lo entendí y lo deje ir, le dije buenas noches y le dije que lo amaba, y luego de esa noche, simplemente nunca volvió a despertar, y me abandono al igual que mis padres lo habían hecho.

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