Toda familia tiene un mito…y nosotros también tenemos uno. En mi familia se dice que el tango: «los cosos de al lao»…fue compuesto en el patio de la casa de mi abuela.

Era una de esas casas chorizo en donde vivía mucha gente. Entre ellos, el jefe. Así le decían a mi tío Cholo, no porque tuviera cuarenta empleados en una multinacional sino porque no hacía nada y se la pasaba dando órdenes: era un tipo de «demasías» y mi tía Maña lo tenía súper calado. Como lo conocía tanto, le pegaba donde más le dolía. Ellos curtían «sexo anual»; era eso o nada. Por lo tanto, cada catorce de abril – la fecha de su casamiento- lo dejaba entrar en la cueva. El tipo respetaba el código porque la Maña era brava y una semana antes hacía bien los deberes para que no haya problemas. La noche anterior se bañaba, estrenaba unos calzoncillos y siempre compraba alguna chuchería para que su mujer esté contenta. Cuando pasó por el quiosco solo encontró un revólver de chocolate como golosina nueva. Volvía a la casa cuando desde el bar los muchachos de la esquina le gritan.

– ¡ Cholito venite a tomar una vinagreta!

-Gracias muchachis…hoy no puedo.

– ¡Dale Cholin! que en el Chantecler toca la orquesta de José Cané y dice en la radio hoy estrena tango.

– No puedo, no…Hoy justo cumplimos años de casado con la Maña.

Toda la barra se rió al unísono y uno de ellos, asomándose por la ventana del bar, le gritó.

– Pero che…le vas a negar un trago a los amigos. ¡Qué, mi plata no vale!

Ese fue el comienzo del fin terminaron yendo a ver la orquesta. Cuando se quiso acordar ya era la hora de la cenicienta y todo se transformó en calabaza. No sabía qué hacer para remediar la situación, hasta que vio a José Cané salir del boliche con su guitarra bajo el brazo. Su halo de artista rutilante lo intimidó, pero no tenía otra salida. Lo cruzó y le dijo que lo felicitaba por la actuación. El músico le agradeció amablemente pero entendió que el tipo quería algo más.

– Miré, Don Cané, preciso un favor. Pero un favor, favor.

– Digame:¿quiere un autógrafo con una dedicación especial?

– Necesito que me acompañe para hacer una serenata. Porque sino mi mujer me mata. Y no es un pedido. ¡Es una orden!

Ahí nomás que sacó el revólver de chocolate que se había comprado y lo subió de prepo al coche de los muchachos. Una vez en viaje todo fue distinto, pero el tipo se había pegado un julepe bárbaro.

Cuando llegaron al barrio se cruzaron con un policía que tocaba ronda. También casi se caen cuando el Cholo – excedido en copas – tropieza con una parejita que estaba rumiando amores. Pasó un obrero en bicicleta y el verdulero de la esquina, que venía gambeteando baldosas, le entregó un saludo en su idioma natal.

– ¡He!¡Cholo! «Se non ti vedo piu felice morte»

– Tano…vafancullo!!!!

Cuando llegaron a la casa, el Cholo estaba presto para cantar con el maestro Cané. La serenata era su ancho de espada. Pensó que un tango podía salvarle la noche pero cuando más se acercaban a la casa, más se escuchaba una música de fondo. Era raro, porque ahí nunca pasaba nada. Parecía una radio prendida. Sucedió que los cosos de al lado hacían una fiesta porque la hija menor había vuelto a la casa con un hijo, y lo estaban bautizando.

Se subió al pilar y entre el gentío vislumbró a su mujer que estaba de lo más contenta departiendo con el vecindario.

El Cholo no sabía cómo disculparse con el maestro Cané y propuso darle plata.

– Maestro disculpe por las molestias y vaya nomás que la serenata la dejamos para otro día. ¿Cuánto le debo?.

– Pibe, no te preocupes que no es nada…que de acá, me llevo un tango.

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