El placer de sentir un alma cercana, estando realmente cerca, tan solo a una escalera de distancia. Que la chica de los rizos viviera arriba y la chica del pelo liso abajo, no otorgaba ninguna diferencia, ni tan siquiera el tema del pelo. Jugábamos como niñas que éramos, nos divertíamos y avanzamos por la vida, teniendo la misma abuela, pero no la misma madre, aunque a veces he sentido que compartíamos la misma bolsa. El amor se fue transformando en admiración y esta en agradecimiento, por enseñarme que podemos seguir jugando, a ser mayores, como el mismo alma que teníamos con tan solo un par de años de vida.
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