El jefe rondaba por ahí y no quería que la descubriera, como la última vez, que tuvo que llamarme la atención. No es que no le gusten los niños, tiene dos, pero es muy estricto con el reglamento.
Yo la había visto entrar con la mochila más grande que ella y quise decirle que me esperara fuera los quince minutos que faltaban, pero que no cruzara la avenida. Parecía no escucharme y seguía caminando hacia mi puesto de trabajo que es en la caja. Fue por su desobediencia que pude estrecharla contra mí y juntas escuchamos la brutal frenada y el golpe que venía de la calle. La apreté fuerte, sentí que estábamos unidas como nunca y que ella estaba a salvo.
Los sueños muestran las imágenes claras y nítidas cómo en una postal, pero las palabras llegan ensombrecidas
En las esperas interminables de los hospitales, una termina derrotada por el cansancio y la vergüenza de ir a preguntar tantas veces.
Luego, en un instante de esa vigilia intermitente, la aparición del médico y la expresión de su rostro hizo que adivinara con certeza que estaba a punto de recibir la noticia más triste de mi vida.
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