Los sueños de una niña de nueve años no importan a nadie mas que a ella misma, sueña con el amor de sus hijos y la veneración de su esposo. Al menos así era en los tiempos de antes, 40 años atrás, el romanticismo se quedo en el pasado, décadas atrás, la debilidad de una mujer se media por su genero, mientras que todas ellas, en su interior, se sabían fuertes. La historia que les contare, es de la fortaleza de una niña, mujer, madre y abuela.

La hija del medio, entre siete, la del medio, cinco mujeres y dos hombres, Nidia, era la única morena entre cinco hermanas blancas como la leche, despreciada por sus padres, siempre mirada en menos, maltratada por su madre y acosada por su padre, tenia la bendición de cuatro hermanas y dos hermanos que la protegían de los abusos. Vivió su niñes en el seno de una familia aparentemente bien constituida, aun así Nidia era una niña extrovertida, disfrutaba del colegio, el teatro, la música y el folclor, era capaz de interpretar los papeles mas increíbles, como Bernardo OHiggins en el abrazo de Maipu, el Trauco en la isla de Chiloe o la hermosa flor del Principito, en el famoso cuento de Antoine de saint-Exupery.

Siempre callada, sufrió en silencio, los golpes diarios, las miradas de desprecio…¿Por que?… Jamas hubo una respuesta…

Tuvo que defenderse sola de los acosos y tocaciones de su padre, un hombre robusto y alto que llegaba por unos días cada mes a la casa, trabajaba en los caminos lejos, como muchos hombres de la época, quienes no estaban presentes en la crianza de los hijos, solo se esperaba de ellos el aporte económico y se les adoraba como dioses.

Nidia, adoraba a sus padres, el sufrimiento de sus maltratos no eran por el dolor de sus golpes, tampoco por el trauma de sus acosos, el sufrimiento mayor era por su desprecio, quería ser amada, sentir que alguien la quería, que a alguien le importaba…Soñaba en secreto con sus hijos, esos niños maravillosos, que la amarían incondicionalmente, los que tendría con su esposo, quien la llenaría de amor, gentileza, hombre sereno, amable y sincero. Así transcurrió su niñez y adolescencia, ocultando en el arte, la música, el compañerismo de sus hermanos, sus horas de desdicha, esperando alguien que la salvara de este sufrimiento, con su corazón intacto, listo para recibir todo el amor que ella se merecía, pero cansado de tanto llorar…

Y su alma…¡¡Si!!… Su alma Su alma era poderosa, fuerte como ninguna, inquebrantable, la niña se miraba al espejo, ella sabia…Sabia que había algo mas, tendría logros inimaginables, esa que estaba allí, la que veía en el espejo… No era ella.

-Nidia… Se decía -Eres una espectadora de la vida, esa no eres tu, es otra, no perteneces a estos siete, tu no estas allí… Es otra… Es otra.

Y la vida transcurrió, la niña creció fuerte, con un carácter firme, con el corazón hecho pedazos…Pero su alma…¡¡si!! su alma…Poderosa inquebrantable, y mirándose en el espejo se decía

-Nidia… Esa no eres tu…es otra, Nidia, es otra

Y llegaron los hijos, esos niños maravillosos, a los que adoraba con el alma y a los que le entrego su corazón, esos niños que la amaron sin condición, como ella soñaba, por primera vez en la vida se sentía amada, la llenaron de dicha, con sus ojitos inocentes y sus manitas pequeñas que la acariciaban cada ves que ella se acercaba, esos niños que hizo felices, a los que juro proteger con su vida, para que jamas nadie lastimara como a ella. Pero también llego el marido, su lazo se rompió al poco tiempo de nacer su tercer bebe. Permanecería presente el resto de su vida, apoyándola sin condición en sus labores de padre de los niños.

-¿Y su alma?… ¡¡si!! su alma… Poderosa, inquebrantable, luchando por sus hijos, como una leona lucha por sus cachorros.

Después de vivir en un campamento, trabajar en el campo, con sus pies en el barro, con el sol en la frente, aun se miraba al espejo y se decía

-Nidia… Esta no eres tu… Es otra… Tu eres la madre feliz con sus hijos, pero la que se embarra los pies, la que se quema con el sol, que limpia los baños… Esa no eres tu… Es otra… Es otra.

-¿ y su alma?… Su alma… Poderosa, inquebrantable…

Y los niños crecieron al alero de esta madre luchadora, felices, fuertes. Llego la casa propia que tanto sacrificio les costo, donde vivieron maravillosos momentos de alegría, juegos y sueños.

Y conoció el amor, esa mitad que le faltaba, un aliado para su lucha, una mano derecha en quien descansar, un hombre lleno de defectos como todos, como ella misma, pero compañero, y se sintió plena… Los años pasaron… Nacieron los nietos… La casa nueva, mas grande, la familia estaba creciendo.

– Nidia… Se dijo cuando miro al espejo… -Esa que tu ves allí… Rodeada de amor y cariño… Con una hermosa y gran familia…¡¡¡ Esa si eres tu!!! -¡¡¡ eres tu Nidia!!!… Disfrutala, te la has ganado.

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