Corrían los años 50. Época difícil de posguerra. Los noviazgos tenían larga duración por diversos motivos. Escasez de recursos. La rigidez de las normas. Y lo más importante el devenir del tiempo en relación a los cánones establecidos de lentitud.

Hoy te toco la mano, dentro de un mes el brazo y así progresivamente. Generalmente era el chico quien iba ganando terreno para conseguir su objetivo final que era poseer a su amada.

Claro que las normas generalmente no coincidían en absoluto con las necesidades que imponía la naturaleza y ahí empezaban los problemas.

El chico quería saltarse algún o algunos eslabones, Por supuesto la chica tenía que decir que no. Hasta ahí podíamos llegar. Ya sabemos la moral, la decencia, el qué dirán…

Pero hubo un día en que sus progenitores no pudieron resistir más y todas las conveniencias saltaron por los aires. Llevaban cinco años de noviazgo. La situación era insoportable.

Así sucedió que la semillita comenzó a germinar, con el consiguiente trauma y disgusto. Cómo decirlo en su casa. Le echarían , cómo se iban a arreglar.

Ahí empezó todo, decidieron ocultarlo el mayor tiempo posible, mientras pensaban en solucionar la situación. La chica sufría en silencio todos los inconvenientes del embarazo, mareos, vómitos, escondiéndose por donde podía. Hasta que llegó el día en que hubo que contarlo a la familia. Su madre y dos hermanas, ella era la pequeña, vivían en una portería, consecuencia de la guerra ya que a su padre lo mataron por rojo y ellas tuvieron que buscarse la vida. En ese momento se descubrió que todas estaban ya «con la mosca detrás de la oreja», pero todo el mundo callaba.

Su madre que era una mujer fuerte, curtida por los avatares de la vida, solo dijo una frase: «supongo que te casarás con él».

Superada esta fase sin mayores problemas venía el asunto de la sociedad.El embarazo tocó en época de invierno de manera que con abrigos amplios y siendo una mujerona como era, pudo ir salvando la situación.

Se casaron medio a escondidas a las siete de la mañana y solo tuvieron un desayuno con los más cercanos. Se supone que las fechas entre la boda y el nacimiento no coincidirían pero en esos tiempos todo quedaba soterrado.

La cuestión es que esa criatura, Manuela, aprendió que tenía que estar escondida. Que eso era lo bueno «pasar desapercibida». Aprendió de silencios, gestos, medias palabras, insinuaciones, miradas, para finalmente quedar todo enterrado en algún lugar de la memoria colectiva pero nunca olvidado

Fue creciendo. Era una niña silenciosa. Muy inteligente. Con un gran mundo interior. Desde los 10 años escribía un diario que mantenía enterrado para que nadie se lo descubriese. Ese fue su confidente, ahí estaban escritas sus ilusiones, sus pensamientos, sus dudas, sus miedos, lo que pasaba en el cole, con sus amigas… Su vida, su secreto

Siempre había guardado secretos, era como una necesidad, le daba tranquilidad;solo para ella, sin testigos. Si no se sentía desnuda, descubierta, insegura.

En los últimos años había estado muy ocupada, con su nuevo trabajo, su novio, sus preparativos y esta afición se había visto relegada al olvido.

Cuando Manuela iba a salir de casa de sus familia para casarse, a los 23 años, aparecieron. Había seis cuadernillos, hasta los 13 años todos seguidos, con todos los pormenores de su vida, después ya eran esporádicos, relataban algún suceso concreto, algún problema con una profesora, una riña con una amiga, pero esa inclinación no había desaparecido.

La lectura de todos ellos fue realmente enternecedora. Tenía ante sus ojos su infancia con todo lujo de detalles, parte de su adolescencia. Lo que nadie sabía, su testigo silencioso. Su amigo fiel.

Lloró por toda la vida guardada en lo más hondo de su corazón, que tuvo la necesidad de mantener solo para ella. Era inimaginable que todo aquello estuviera en otro lugar que no fuese solo para sí misma. No hubiera podido soportar que alguien los hubiera leído.

Y en aquellos momentos decidió que ya era hora de que saliese a la luz todo su arte, su ingenio. No necesitaba esconderse. Eso era el pasado.

Lo que ocurre es que de tanto habitar los mundos de la fantasía, su creatividad camina como desperezándose, no sabe muy bien cómo manifestarse. Va saliendo a trompicones, pero se ha iniciado una nueva etapa que no tiene marcha atrás.

Y Manuela se siente feliz.

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