Y al observar el papel siento, que la nieve de aquel instante no se ha diluido en agua, que los sentimientos que afloraron, que sembraron sensaciones y erizaron el bello de mi vientre, de mis brazos, de mis tobillos, no han dejado de ocupar el aire, cruzado los rayos del atardecer, de ser respiración y halo y mácula en el cristal de mis recuerdos y, como impulsos de puro amor, consiguen incluso ahora henchir de felicidad mi pecho. Este papel, esta fotografía vieja y rasgada lo es porque se ha corrompido con los filos con los que el tiempo todo lo corta. Se ha amarilleado y desgastado como cuando las olas, una y mil veces, acarician sin descanso la arista y la vuelven roma. Es el peso de una vida que ha pasado. Ahora, después de mil primaveras, de cosechar mil arrugas, de ver realizado unos sueños que, ya lo sé, mi amor, nunca son como uno los crea en su mente, en su alma, en su cándida esperanza, pero ahora, digo, después de caminar echo un vistazo atrás y me satisfago con lo recorrido a tu lado. Y contemplo esos otros sueños ya cumplidos, mejores que los que esa tarde de nieve, de candente frío, proyectó en nuestra ilusión, ¿te lo puedes creer? Sueños, los nuestros, hechos de imprevistos, es verdad, de dificultades y sinuosos giros que, al contemplar esta foto, al sujetarla con mis manos temblorosas y envejecidas, ahora, como cada día desde que te has ido, hacen que se me humedezcan los ojos y se opriman mis sienes. Yo te quiero igual que aquel primer pálpito, aquel primer latido hace cuarenta años, cuando todos esos escalofríos me decían que estaba enamorada y, Dios siempre bendito, que tú me correspondías con fuerza. Ese brillo en tus ojos me cegaba de júbilo y me llenaba hasta el último recoveco. Ahora pues, que ya no estás conmigo en cuerpo, que ya no siento tu espalda caliente contra la mía mientras busco el descanso de cada día y me refugio en los recuerdos y la oscuridad y el silencio, ahora veo cuánto hemos creado juntos. Hemos dado vida y hemos dado amor y hemos hecho todo, todo lo que se nos supone como parte del mundo. Pero, no creas que las palabras se las lleva el viento. No creas que los recuerdos se desvanecen. No creas ni una palabra, amor mío, porque, estés donde estés siento tu cariño, que aleja la fría soledad. Que rompe en mil esquirlas la tristeza y transforma el dolor en satisfacción.
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