Un poco de amor francés

Un poco de amor francés

Vida. Ese milagro que ocurre en los cuerpos de las mujeres y que, si bien sabemos cómo ocurre, muy pocos o nadie sabe bien por qué.

Cuerpo. El envase que nos contiene por el resto de nuestra vida que se va amoldando acorde nuestros años y experiencias pasan.

La ciencia, quien cree saberlo todo, nos explica cómo estos dos elementos se unen, creando personas tan diferentes entre sí. Que el ADN por aquí, que el cromosoma por allá y así como una receta vemos amasado un individuo.

Pero lo interesante es lo que pasa después… ¿nos definen nuestros ingredientes? ¿O nos definen más las personas que nos rodean a lo largo de nuestra vida? ¿O son las cosas que nos pasan? ¿O todas esas juntas?

Mi mamá me tuvo a los diecinueve años, por lo que fui el primer bebé de la familia en ese entonces. No tenía primos ni hermanos para jugar en las reuniones recurrentes, por lo que me adaptaba a todos. Sumado al hecho de que nos mudamos (en lo que va de mi vida) unas once veces, me volví algo así como una nómada contemporánea. Toda esa adaptabilidad me mostró otra cara de la vida, sobre todo en mi familia: mi papá también lloraba como yo lo hacía, mi abuela a veces podía ser mala como mi maestra o mi tío era tan divertido como jugar con mis amigos de la escuela.

Entonces me dí cuenta de algo. Todos nacemos de la misma forma, todos tenemos vida, y todos tenemos un envase.

-¡Igualdad! – grité un día en la mesa, provocando la risa de todos, luego de que alguien me preguntara qué es lo que más me gustaba de mi familia.

Yo sólo tenía cuatro años cuando expresé mi premisa y sin saberlo era parte de algo espectacular que estaba iniciando en mí.

Algunos personajes de esa mesa fueron marcando mi camino hacia donde estoy ahora, pero sé que también me dejaron cometer errores. Pude ver y conocer muchas personas, vi y escuché a tantas otras, que hasta me gustaría también olvidar algunas de ellas.

Pude ver cómo en el ADN de mucha gente estaba escrita la palabra “dinero”, en otras “política”, y en algunas otras “miedo”. Confieso que tal vez en alguna etapa de mi vida alguna de éstas palabras podría haberse personificado en mí. Pero decidí elegir una palabra diferente. Una que, si sabía que la adoptaba, mi familia me seguiría acompañando, ya que tenía varios modelos a seguir. Además era una palabra que no iba a aplacar mi perfil de nómada contemporánea. Esa hermosa palabra era libertad.

Sentí que era feliz. Lo tenía todo. ¿Qué más necesitaba?

Todo volvía siempre a aquella mesa en 1994. Mi bisabuela, Luisa, había huido de la guerra. Admirando su coraje, amaba esa historia, en donde un largo viaje y un transatlántico eran los protagonistas.

Pilar, mi abuela, en cambio, tuvo un poco más de suerte, pero sabía que su elección de ser maestra en una época como la suya, había sido un acto total de libertad, de convencimiento y valor.

“Lo mejor es invertir en uno mismo”, frase que mi abuelo, junto a mis tíos sostienen hasta el día de hoy, teniendo cada uno su comercio, no dejando de trabajar duro, pero libres en su quehacer. ¿Cómo no tener ejemplos de todo lo que la palabra libertad implicaba?

Demasiadas veces me tacharon de loca, soñadora o incluso, rebelde. Tal vez. Pero puedo asegurarles que la libertad sí hace la felicidad, sobre todo si es compartida.

Pero, ¿saben cuál fue el eslabón más importante de mi estructura, que, sin estar desde un principio con esa flaquita que sostenía lo que parecía ser su ducha ambulante, se volvió el más indispensable?

Un año y unos meses después de esa fotografía aparecería una palabra que nunca había escuchado.

Daba igual la libertad si esa chiquita no hubiese venido a este mundo. La igualdad hubiese sido un mero pantallazo a lo que realmente proclamaría ser sin ella a mi lado. ¿Y saben por qué? Porque sin ese concepto mi mundo no podría ser mundo. Mi mundo hubiese sido totalmente diferente. Ni mi ADN, ni mi sangre marcarían mi yo actual. Hasta mi familia entera, la cual empezó a poner foco en el nuevo bebé, no hubiese sido lo que es ahora.

El compartir, el respeto, la solidaridad, la empatía, el amor. Todo eso dentro de esa pequeña criatura y yo, que buscaba la libertad, me domó. Proclamaba la igualdad, pero ella fue siempre más. Esperando el momento justo se posó frente a mis ojos la verdad.

Familia: ese conjunto de seres que pueden o no ayudarte a construir tu vida y que, además de unirlos el ADN y sangre, los une un lazo muy especial llamado fraternidad.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS