Cuando estaba en plena juventud, lleno de soledad y ambición por un futuro brillante. Pensaba en cosas que cualquier alocado buscaba en un mundo lleno de decepciones.
Quizás el error más grande, fue enfrentar una autoridad que no tenía ningún problema con mi vida, solamente buscaba en mí, una solución con los problemas que me acomplejaban.
Por ciertas razones, abandone mi hogar de origen, y me mude con mi madre que vivía con su sutil pareja. Pero los problemas que mantenía con mi pater, nunca fueron asunto en nuestra rutina, aunque siempre separados por una relación que se plasma en una pared invisible.
Un día, llegó un retoño que separado por su origen se escondia en una base de algodón y un único recuerdo de su familia, un trozo de tela que fue su cama de cuna.
Para desarrollar una historia de amor y fraternidad, donde nos encontrábamos separados por un ambiente contrario a un ideal. Comprar un perro fue al parecer una respuesta a todos los problemas.
Lástima siento por su llegada, separado de su hermana por un millar de caudales, como si un bien de consumo se tratase. Sin ninguna consideración por su vida y decisión, ya que su idioma no era el mismo de sus dueños.
Más triste fue que su nueva familia, no fuera capaz de cuidar a un bebé, un retoño que no puede sobrevivir sin tener a alguien que lo acompañe. Siendo sus compradores unos irresponsables, fue el allegado quien cuidó a un hijo no deseado.
Su ternura pudo curar en mí, un vacío que formó la relación de una madre que laburaba todo el día, y una pareja que no pensaba en un bebé que necesitaba cuidados como cualquier hijo humano deseaba.
Los largos días creaban una relación casi sanguínea con un hijo apegado por el único que lo apaciguaba en esta casa desolada. Tiempo transcurrido por horas jugando, comidas que se compartían, y noches durmiendo en una misma cama.
El clímax ocurrió cuando rompió el cable de una lámpara. Preocupados por sus propiedades, la solución más económica fue regalar un problema que ellos mismos se lo llevaron.
Sin pensar en su vida, sin sentir ningún aprecio por un integrante que fue injustamente secuestrado por intereses económicos. Es tan fácil tomar un ser inocente como un problema, es tan difícil pensar que el problema es no ser consciente de su propia existencia.
Cuando el mundo conspira para fomentar éste tipo de prácticas, uno generalmente se pregunta si el problema fue causa de una enfermiza sociedad de consumo, donde su diferente aspecto y el no tener un lenguaje común con los «poderosos», alejo toda posibilidad de proteger a mi hijo no deseado.
Sin pensar en todo lo que me brindaron, aleje de las garras, de personas que condenaron a mi hijo, arranque a un hogar que había rechazado, y por respeto a un pater que me había educado toda una vida, rogué que me ayuda se con mi pequeño hijo.
Es en este nuevo hogar, el cual encontró una oportunidad. Desarrollo una familia que lo deseo como uno más de los nuestros, desarrollando nuevas personalidades, fue cada vez mucho más directo. Creando en su ser un niño mimado por tanto cariños y besos. Fue en este lugar, el cual pude llamar el hogar de mi retoño querido.
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