Cogió el abrigo que había colgado sobre el sillón de la sala. Alguien que salió precipitado debió de dejarlo olvidado. Miró disimulando a ambos lados de la sala y de manera furtiva metió la mano en uno de los bolsillos laterales. Efectivamente, ese día la suerte la tenía de cara, encontró un papel con una nota manuscrita, parecía que era una lista de la compra, así a primera vista.

Estaba claro que leyéndola detenidamente hay un número clave que es el tres, aunque sólo afecte a dos productos del total de los once que aparecen en la lista. Tres teléfonos móviles y tres paquetes de salchichas, dedujo que pertenecía a un núcleo de tres personas y el vínculo que las unía podría ser el familiar.

Un matrimonio y su hijo que estarían preparando el cumpleaños del pequeño, que aún teniendo cierta edad, estaba en pleno proceso de lactancia materna, de ahí las cervezas sin alcohol para no afectar al jugoso manjar de la madre. Por los demás objetos que aparecen en el listado, la impresión que tenía el inspector Uvas Hueso, era que la familia iba a pasar un día en el campo para celebrar la onomástica del niño.

Las salchichas y los huevos para hacer un pic-nic, la crema solar para protegerse del sol.

El traje de época y la brújula para jugar a exploradores en el campo. Los pañales como previsión a la incómoda fuga de esfínteres del pequeño. Los tres teléfonos móviles para el incipiente viaje que tienen previsto realizar a España y el diccionario Alemán-español, por la misma circunstancia. El dato de la tila es el que no le cuadraba. De repente el bedel de la sala, con voz nerviosa arrebatada gritó –aquí, por favor que alguien venga- .

Todas las miradas de la sala se dirigieron hacia el bedel, incluida la del inspector.

Allí escondida entre la cortina del gran ventanal del salón, una mujer tendida inerte y con todo su cuerpo cubierto de sangre. Entonces el inspector fue de nuevo al abrigo, hurgó en el otro bolsillo y allí encontró el arma del crimen.

Primero llamó a una ambulancia y después llamó a su jefe para decirle que controlaran todas las salidas de los vuelos a España, que buscaran en la lista de pasajeros, un matrimonio joven con un bebé, aunque seguramente en el embarque sólo aparecerían el padre junto con la criatura. En ese momento al otro lado de la ciudad un hombre muy nervioso estaba intentando calmar el llanto de un bebé, mientras tenía en el fuego agua hirviendo para hacerse una tila. Encima de la mesa tres billetes de avión rumbo a Ibiza.

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