Selma, bonito nombre.

Dicen los entendidos que un viaje se disfrutan en tres fases. 

a) En su planificación. Recreándote e imaginándote los sitios a los que deseas ir. 

b) Durante su recorrido.

c) Rememorándolo a su término.

Yo soy mas de los que se estancan en la fase a), sin llegar a  más. Que viajen otros .Soy de los que realizan  viajes maravillosos…leyendo las proezas épicas que otros han hecho. Disfrutar leyendo a  Thor Heryendahl pasándolas putas en el Pacífico Sur en la «Kon Tiki», sin moverme de mi cama,  tiki incluido, por ejemplo. 

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Soy de los que se apalancan el el sofá, bien provisto de daiquiris y cervezas y me enchufo a canal VIAJAR y veo lo dura que es la vida del turista. Madruga, desayuna   y sal pitando a ver pirámides, carga mochila de 45 kilos, como los comandos de los cuerpos especiales en misiones de búsqueda y destrucción en el desierto de Wadi Rum ( sitio en el que si estuve, con Selma, mi mujer,antes de que la señora Leticia pusiera de moda los viajes  a Petra, en Jordania), y  suda, sufre y ve como piojo en costura detrás de una multitud de   turistas  como tu van acelerados y  pretendiendo ver todo en el menor tiempo posible. Paso. 

No, señores, no. Yo ya hice un viaje como mochilero,  con Interrail  durmiendo en estaciones de tren,  en parques públicos, debajo de puentes  y  durmiendo  al raso en la St. Stephanplatz de Viena. 

Nuestro presupuesto era escaso. Eramos estudiantes y entonces en España un dólar valía 170  pesetas ( Dios, los tiempos pre-euro). 

Íbamos más tiesos que la mojama   mi amigo Ramón y yo. Ahorrábamos hotel  cogiendo el tren por la noche y luego,  veíamos la urbe de día. 

Sólo nos permitimos dormir  de verdad ( y lavarnos)  en un hotel en Estocolmo, en el maravilloso albergue estudiantil «Af Chapman». Un barco adaptado a hotel situado en la isla de Djugarden.  Incluso nos dimos una ducha con agua caliente. Lujo a raudales.

Pero eso fue en el Pleistoceno tardío, cuando los dinosaurios como yo salíamos de viaje. Hicimos 30 dias de Interrail con sólo 700 dólares, allá en 1982.Paso de mas  aventuras.

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Ahora es más  cómodo leer a Javier Nart  en » Los peores viajes de nuestra vida», o a  Javier Reverte y su «Mirada de Ulises»,  o- volvamos  a Escandinavia-  «Suecia: Infierno y paraíso» de Enrico Atavilla , libro del año 1968. Lo reconozco, me he quedado  estancado con Danny el Rojo (en el mayo del 68 ). 

Seamos realistas: pidamos lo imposible.

Desde que en 1968 leí a Selma Lagerlöff y su libro, «El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia», quedé prendado de ése país. nils.jpg

En dicho libro se describían las aventuras de un niño que,  subido a lomos de un ganso, viajaba a través de Suecia.Un clásico. Un libro que merece la pena comprar a tu hijo y ademas representa  el más alto nivel de excelencia de una escritora que  logró ser Premio Nóbel de Literatura 

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en una época donde las mujeres no tenían  ningún tipo de libertad y estaban relegadas a las tareas primarias de tener hijos, criarlos y hacer limpieza de sable  al marido cada cierto tiempo.

Yo era un tierno infante cuando leí ese libro. Recuerdo que estaba en la leja más  alta de la estantería de la casa de mis padres, con un bellísimo aspecto externo,   decorado en azul y blanco. Para mi era una gozosa aventura el encaramarme  a una silla y luego, trepando, llegar hasta el ansiado libro, que estaba (lo recuerdo perfectamente) al lado de uno de sexualidad de López Ibor. Yo me incliné por el libro de Selma, pero reconozco que las fotos del otro ( que no eran nada lascivas ni eróticas), sí que impactaron la mente de un chico de 8-9 años. Unos meses después, ya enterado de los aspectos reproductivos de la especie humana, solté a la hora de la comida la famosa frase: » La anfimixis es la unión del óvulo y el espermatozoide», que dejaron a mis padres perplejos y sorprendidos.  

«¿De donde  carajo ha sacado este  renacuajo ésta información?», debió de pensar mi padre, que, afortunadamente, no me hizo  ni caso y me  dejó ser un niño normal.Que Dios le tenga en su gloria, pues me acuerdo de él todos los días desde hace 23 años.

Pero no nos disgregemos. Me tomo las pastillitas azules esas  pequeñitas    y retomo el hilo conceptual de lo anteriormente expuesto.

Señores: que viajen otros. Yo el único viaje que haría hoy día es montarme en el «Orient Express» ,

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con el sano propósito de escribir un  buen libro de novela negra con todos los gastos a costa de la Editorial Panceta. 

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Y sin límites de dinero, ni de tiempo. Iría en un compartimento de lujo, con  cortinillas de terciopelo morado cerradas, sin que entre una molécula de luz que lesione mi tersa y pálida piel. Y para dormir  me traería mi ataúd relleno de  mi querida tierra transilvana,  fumando por supuesto en pipa, impecablemente vestido con mi traje de tres piezas, con un bigote a lo Hércules Poirot y  , por supuesto, con todo tipo de artículos de lujo.  Verbigracia:  un criado con librea que me lleve las maletas.   ¿Viajar liviano de  equipaje? .Los cojones. Yo llevaría dieciocho bultos , un piano de cola, las máquina Underwood que me dio mi amigo americano,  una máquina de helados, un juego completo de sangre y plasma  ( con equipo autoinyectable) tipo O ultrapurificada.Ojo   que los vampiros transilvanos estamos en fase de extinción y  al más mínimo despiste… Eso si, nada superfluo, salvo  seis toneladas de tónicos ,pócimas antioxidantes, digitalis para mi  viejo corazón rumano y mi colección de Roberto Alcázar y Pedrín más la edición en tomo duro de Capitán Trueno. 

Al fin y al cabo, esta vida es un viaje.Con una meta: Selma. Y decir que  efectivamente, terminé por encontrarla. 

Y escribí un libro con su nombre.

Y me casé con ella.

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