Jambelí, provincia de El Oro, Ecuador.
En algún lugar de la energía cósmica cierta legión de pequeños ángeles estaba disponible para su gran viaje, cada uno de ellos sin reclamo alguno cumpliría su misión específica. Angélica una criatura brillante por sí misma aún no entendía como sus colegas no le daban la seriedad a este crucial viaje, según ella cada uno debe tener una brújula, un mapa, un itinerario, un lugar de hospedaje y principalmente unos anfitriones seriamente comprometidos a guiarla siempre.
Orgullosamente uniformada con la túnica multicolor y sus alas de plata, Angélica mediaba con sus compañeros:
– Mis queridos e impacientes ángeles alados, mientras el Señor asesor de viajes decide que va a hacer con nosotros, insto a que tomemos la iniciativa para Dar con la Luz. Con su tierna y apacible mirada para cada uno de ellos, la diáfana criatura, se abrió paso entre los asistentes y con su suave y firme voz, tomó la palabra:
– He sido una buena niña y también puedo decir que no debemos olvidar prepararnos para este inusual viaje que a la brevedad sé que durará nueve meses. Así pues compartiré mi experiencia.
Con brújula en mano, un mapamundi girando mientras sus dedos elegían lugar, Angélica algo disparatada y sonriente recorrió cada uno de los espacios celestes de su hábitat, entre los radiantes rayos solares, la indescriptible belleza de los parajes multicolores, flores y esencias, agua cristalina, frutos de exquisitez única, aves, mariposas, árboles de perfecta sinuosidad leñosa, y cada uno de los detalles que guiarían su viaje.
Ella disfrutaba de los atardeceres rojizos, el viento soplando en sus tiernos oídos y su cabello dorado al compás de los sonidos del silencio, ésta pequeña traviesa llevaba consigo un colorido maletín, libros de portada elegante y letras dibujadas con sus tiernas manos, las asignaturas de su preferencia: las ciencias exactas, la literatura, la música, las artes plásticas, filosofía, gastronomía y, varias asignaturas pendientes; sin olvidar, por supuesto el área de preparación física: escalada y artes marciales. Angélica se deleitaba con la lectura de cada uno de los textos, su brillante genialidad, le permitía memorizar las fórmulas, las definiciones, los movimientos corporales, la degustación de sus platillos favoritos creados como experimentos en su laboratorio de cristal, y entre risas y travesuras, su auto-adiestramiento progresaba vertiginosamente; en tanto sus tiernos compañeros de juegos y trabajos, animaban y desconcertaban a esta celestial viajera.
La inquietante y solícita curiosidad de Angélica se reflejaban en sus resplandecientes ojos marrones, cada vez que leía con detenimiento y mucha concentración los libros que utilizaba para instruirse en cada área elegida anteriormente con mucho juicio, la capacidad de retención y de análisis de cada uno de los temas estudiados, le permitían a Angélica dilucidar ciertos misterios que los anfitriones experimentaban en cada una de sus etapas de su curioso viaje; ella sólo descubriría el verdadero significado de las teorías aprehendidas cuando realizare su ya discutido y glorificado viaje.
Lentamente una gran puerta de cristal empieza a abrirse, en el centro de la misma se dibuja un espiral elaborado con fibras vegetales y fuertemente entrelazadas como una soga, con colores iridiscentes, vistos a la luz del sol se descubrían siete colores: azul, amarillo, rojo, naranja, verde, violeta, añil; cada uno cubiertos de una ligera capa de escarcha dorada y plateada, casi imperceptible al ojo humano. Detrás del umbral de la puerta de cristal se descubría una blanquecina y radiante luz, en el centro de aquella morada, su Señor asesor de viajes estaba sentado en un catre de madera oscura y lustrosa, sus manos cubrían su rostro y, entre los dedos se miraba aquellos grandes y límpidos ojos, con expresión de sapiencia e infinita alegría.
Angélica silenciosamente ingresó en la morada, sus pies descalzos daban pasos firmes y seguros, su delicado cuerpo estaba cubierto de un halo de luz violácea, una sonrisa sutil se dibujaba en su regordete rostro, sus mejillas sonrosadas, su infantil y habitual curiosidad decían mucho de la fascinación de la chiquilla por este viaje. Con su melódica voz, irrumpió los pensamientos del Señor asesor:
– Señor asesor, aquí estoy preparada y dispuesta para cumplir mi misión, llegaré a la Luz y sabrá de mí cuando la línea entre el cielo y el mar me haga brillar.
Abril dieciocho nueve horas diez de la mañana, Angélica encontró la Luz. Más, mi corazón me dice que su Señor asesor de viajes la vigila cada atardecer cuando el cielo y el inmenso mar la dejan vibrar, brillar y vivir llena de alegría con su vuelo sin tocar el piso. Así es, Angélica llegó para tocar el cielo mientras alarga mis días.
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