Comenzó. Siempre había querido hacer un viaje así, imprevisto, ir a la aventura. Aunque no estaba muy segura en aquellos momentos. Sabía el destino, pero nada más, pensaba que no importaba donde. No sabía lo que iba a durar, ni qué podía hacer en el lugar al que se dirigía. Fue de repente, sin quererlo.

«¡Tengo que decir la verdad!». Había sido un viaje largamente pensado, estudiado,rumiado, pero nunca tuvo la capacidad, o el coraje, o el valor de realizarlo. Tenía que aparecer algo que le obligara a hacerlo. Y cuando empezó el dichoso viaje, pensaba que sería corto. Que aun no se habría dado cuenta y ya estaría de vuelta a la rutina. De repente estaba en el coche que le llevaba al lugar que, sin saberlo, le iba a cambiar, no físicamente, pero sí en todo su ser, por dentro. Iba a quitarle el miedo a todo, volvería cambiada. Todo eso no lo sabía aún cuando iba en la dirección…¡equivocada! Pero daba igual, en aquel inicio lo menos importante era el destino.Sólo importaba lo que le esperaba. Pero curiosamente, no tenía ninguna expectativa, ningún miedo. Solo quería que pasara el tiempo. Y sin darse cuenta pasó, y mucho tiempo.

Siempre había querido ir a Venecia desde que era pequeña y no sabía por qué, ahora ni siquiera tuvo que coger un avión. De repente se encontró en una laguna, a veces un poco pútrida. Por lo menos el olor debía ser algo parecido al que tenía que haber en aquella ciudad tantas veces soñada. Pero en aquel lugar también había cosas hermosas, aunque estaba un poco desorientada y no llegaba a darse cuenta de la belleza que también había allí. Seguía como siempre, enfadada, a disgusto en todas partes, ensimismada en sus deseos terrenales y sin conseguir ninguno. Solo pensaba en que saldría pronto el «avión» para llevarla a casa.

En realidad tuvo la suerte de que no fuera así. Todavía no se había dado cuenta de lo que tenía a su alrededor, pero algo en ella estaba cambiando. Las prioridades habían cambiado. Ahora ya no quería tener trabajo, tener dinero, tener capacidad de gastarlo en lo mismo que los demás. No, ahora no.

Estaba todo el día sin hacer nada, pero acababa muy cansada. Como si hubiera estado trabajando muchas horas seguidas. Conseguía relajarse un poco, y volver a duras penas a la realidad. Y para su sorpresa no le importaba nada de lo que le rodeaba, y eso le estaba gustando cada vez más, había momentos en que se sentía feliz, como una paz interior…si no fuera por lo cansada que se sentía.

Llegó el día de la despedida, aunque sabía que tenía que volver, la emoción embargaba todo su cuerpo. Aunque costó unas cuantas horas salir de esa laguna, al final, después de mucho esperar, llegó el coche que le tenía que llevar de vuelta. Se sentía como cuando era niña y tenía que ir a un sitio nuevo para ella, que entonces lo eran todos. No entendía como cómo podía estar tan ilusionada, contenta diría. Volvía a un lugar conocido y aburrido, y aún así era algo que deseaba, pero que a la vez le daba miedo. El sitio era el mismo, pero ella no. Tal vez fuera por eso.

El viaje era corto, en la distancia o tal vez en el tiempo. No lo tenía nada claro. Pero lo mejor de un viaje es su preparación. Esta vez no lo había hecho ella, se lo habían dado «hecho», aun así estaba eufórica. Volvía a casa, después de aquel viaje que no sabía si había sido largo o corto, pero de lo que estaba segura es que le había cambiado. Todos sus esquemas de antes no le servirían para nada. Y sin embargo, volvía a casa.

Avd. Campanar

Valencia

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