Reescribiéndome

Reescribiéndome

Laura Muñoz

04/09/2016

Hace tiempo que decidí que quería subir a ese tren. No sé si para escapar de mi soledad, por mis ansias de volar o por las ganas de romper con todo lo que me inundaba y volver a empezar.
Atrás quedaban experiencias, sentimientos y sinsabores. Atrás dejaba la parte negra de mi vida, mi sombra, la que me quitaba la luz y oscurecía mi mirada. Pero también abandonaba buenos y gratos recuerdos, momentos y tiempo compartido con gente a la que amaba.

Siempre pensé que el sacrificio era necesario, que esta penitencia autoimpuesta era obligada para poder tomar las riendas de mi vida. Tenía que rehacer mi historia, dibujar un nuevo camino con un horizonte diferente al que estaba acostumbrada. Ese tren tenía un destino incierto pero un punto de partida muy definido. Sabía lo que dejaba atrás, lo que abandonaba, lo que perdía y jamás recuperaría… Pero era mejor subir esa escalerilla que me dirigía a un asiento hacia el desconcierto y la duda que seguir agobiándome presa de las conjeturas de mi mente, imaginando un mundo que me esperaba con los brazos abiertos y al que se me había negado el acceso durante mucho tiempo.
Tuve la tentación de bajarme, varias veces, de hecho. Mentiría si hago alarde de valentía en ese aspecto. No es fácil decidir dormir bajo el cielo raso cuando te arropan todas las noches. No es fácil escoger el camino empedrado sabiendo que hay un buen carril asfaltado a solo unos metros de ti. Las manos de los que dejaba atrás seguían tendidas para que saltase de ese vagón y regresara de nuevo. Sus voces pidiéndome prudencia aún resonaban en mi cabeza. Retumbaban, me enloquecían, querían confundirme Me hicieron dudar, replantearme mi decisión. Tal vez no estaba cuerda, tal vez estaba errada, tal vez me arrepentiría de haber subido al tren y permitir que se pusiera en marcha. Pero, ¿qué podía hacer?…
Necesitaba sentirme dueña de mi vida, capitana de mi barco, ser la única que manejase el timón.
Aunque me llevó algún tiempo tomar la decisión, fue finalmente un impulso, un arrebato, lo que me empujó a emprender esta aventura. Poco tiempo tuve para hacer la maleta que me acompañaba, aunque la preparé a conciencia. Un par de fotografías, que siempre me recordarían mi origen, de donde venía, y adonde no tenía ni quería regresar. Un par de fotografías en las que amargo y dulce se fundían. Reflejaban la comodidad de mi vida hasta ese momento, días aparentemente sosegados y calmados que pasaban lentamente y que hacían retroceder las agujas de un reloj que estaba tan gastado y viejo como el alma que me acompañaba. También metí en la maleta un bloc de notas y un lápiz. Era mi deber reescribir una historia que nunca tuvo que empezar como lo hizo. Tenía que asegurarme de poder borrar y comenzar de nuevo cuantas veces me hicieran falta, intentando no dejar tachones en mi paso por la vida, asegurándome tenersuficientes hojas hasta el final de la historia. Por último eché mano de mi cámara de fotos, para poder dejar inmortalizados paisajes cuyas sensaciones al observarlos los hacían indescriptibles y a los que mi lápiz nunca haría justicia, imágenes que formarían parte de mi nueva memoria, de mi nuevo paso por la vida.

Esos objetos serían mis únicos compañeros de viaje, uno que se perfilaba interesante, nada certero y esclarecedor en cuanto a ideas y deseos.
Con esa escueta maleta verde, con esas ansias de conocer y experimentar, con esa pequeña angustia al saber que una etapa termina para dar paso a otra, noté como el tren me mecía, intentando acunarme, mientras miraba a través del cristal como mi camino hasta ese instante iba desvaneciéndose poco a poco.

Y así partí, entre temerosa e ilusionada, hacia un futuro incierto que no era nada excepto mío.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS