Dubai soñada en tiza y pizarrón

Dubai soñada en tiza y pizarrón

Atlantis The Palm, Dubai, Marzo 2016

Y finalmente estaba allí, esa maestra, sentada a unas filas de distancia de Inés, la otra docente argentina, tan emocionada como ella y con lágrimas en los ojos. Era el sueño cumplido.

Sus años de estudio y trabajo no habían sido en vano, le habían permitido llevar en una maleta, una bandera celeste y blanca y con ella su pasión de representar a los docentes argentinos. Un sinfín de hipocampos, delfines y especies exóticas se desplazaban en arabescos por esa pared devenida en acuario y eran testigos atónitos de esa patriada.

Muchas horas de vuelo para llegar a un aeropuerto inmenso, con turistas sin apuros y con ostentación por doquier.

Un viaje rápido en taxi al hotel, tratando de comprender un idioma extraño, con la mirada perdida en ese castillo pequeño que cobraba dimensiones gigantescas al acercarse al rumbo señalado.

La fantástica ciudad de Dubai con sus arenas diseñando islas en forma de palmas y figuras extravagantes era el destino que contenía cientos de recuerdos de una vida rica en experiencias educativas.

Y allí surgían remembranzas de aquellos alumnos de todas las edades. Algunos provenientes de alejadas escuelitas en parajes rurales. Otros, de establecimientos educativos urbanos. Venían a la memoria, muchos proyectos desarrollados con jóvenes entusiastas sobre las más variadas temáticas: campos y estancias, artesanías, cooperativismo, Teoría de los seis grados de separación. Y así podría seguir una lista innumerable. Entre los recuerdos aparecían los retratos de algún que otro joven desafiante, de algunos adultos curiosos y de muchos niños ávidos de conocimiento. Seguramente afloraría el perfil de algún pequeño que se convertiría luego en colega, tras el correr de los años. Aparecían, además, tantísimas horas tras pantallas completando formularios, planificando tareas, creando clases magistrales, trazando ideales. Eternas noches compartidas con amigos virtuales y también reales.

Pero esa noche en Dubai, era especial, única, creada para ellas y para otros colegas, por algún mágico artista que también había puesto su pluma para pintar esos jardines perfectos con los detalles precisos y con un juego de luces y sombras que generaba admiración.

Jeques árabes, artistas de Hollywood, referentes políticos y sociales de todo el planeta compartían la sala repleta de un teatro exquisitamente decorado, que evocaba un aula cualquiera. Un globo terráqueo, un libro, alguna postal, una pizarra y un compás, en perfecto equilibrio. El equilibro mismo por el que ambas docentes bregaban a diario entre razones y emociones.

Maestros y profesores de aquí y de allá en notable sintonía, sublime mezcla de matemática y geografía, de ciencias políticas y de economía, de lengua y de contabilidad.

Alfombra roja para ellas también, para que pudieran volar sin dejar la tierra. Cambio de hábitos, de idioma, de idiosincrasia. Atavíos propios de cada país, saludos acordes a costumbres milenarias. Música seleccionada por los propios agasajados. Era la gran fiesta de los mejores docentes del mundo. Bajo un mismo cielo.

En un entrañable castellano, la voz del Papa Francisco daría un mensaje que recorrería el mundo, y lo escucharían y entenderían sin necesidad de intérpretes ni traductores. Un mensaje directo al corazón de todos los docentes. Él sería la voz que informaría cuál de esos 10 finalistas expectantes se convertiría en el mejor maestro del mundo llevando aires de esperanza para quienes día a día invierten su conocimiento, su tiempo y su propia vida en un aula.

Y nuevamente ella era testigo de esa ceremonia increíble, rodeada de colores, sonidos, fragancias y acentos foráneos. Sonriendo cómplice con desconocidos, pero que estaban allí por la misma razón… el sueño compartido de creer en la posibilidad de un mundo mejor a partir de la Educación.

Y ella… y ella, era yo.

DUBAI

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