Salgo de firmar un documento en el Registro, en el Centro de Maracaibo, en Diciembre, miro al frente, pasando la calle y observo el agitado movimiento de los días navideños, y llega a mí el estrés, pensando en la navidad, recuerdo llamar a la señora que me hace las hallacas, este año tengo que acordarme de decirle que no les coloque garbanzos, porque el año pasado con el ingrediente muy común en los Andes, pero no aquí, algunos de los comensales se quejaron, pero los más “comelones”, ni se dieron cuenta e igual disfrutaron sus hallacas y toda la cena.
En fin, mil pensamientos dando vueltas y vueltas en mi cabeza, me detengo a mirar y algo se me incorpora, observando lo mágico del otro lado, mucha gente caminando, sombrillas, bolsas negras pegadas a la pared, música y ropa colgando en cualquier lugar, hasta improvisado, claro, es pleno centro de Maracaibo, en diciembre y los vendedores ambulantes están ofreciendo toda clase de mercancías, lo que también sentí mucha sed, por el implacable sol de las 3 de la tarde.
Pues bien, esa sed que me invitaba a disfrutar de una tizana que vi de lejitos y que obviamente no tardó en conquistarme para ir a buscarla, me hizo ir al lugar mágico por todo lo que es y representa, cosa extraña, porque no soy de ir mucho al Centro de la ciudad y en muchos aspectos es como ir a un lugar lejano, en otra ciudad, en otro país. Miro mi reloj y digo, – Es temprano, vamos a ver ¿que encuentro?, aparte de la tizana, que por cierto entre tanta gente desapareció de mi vista con la bicicleta-carrito y su señor chofer.
Camino entre mucha gente y me encuentro un mesón y un señor gritando: – Pantaletas a quinientos, tooodo a quinientos bolivaritos y recuerdo a mi mamá que me había dicho días antes, – Hija, necesito ropa interior ¿cuando vamos al Centro Comercial? y también recuerdo mi pantaleta amarilla del 31 de diciembre para la buena suerte, tampoco la he comprado, así que una vez analizado todo muy rápidamente exclamé: –Wuaoooo!!, ¿pantaletas a 500?, me olvido del Centro Comercial, y me acerco, con voz bajita digo: -Señor buenas tardes ¿tendrá talla L?, el señor casi gritando me dice: – !Bienvenida!, hija métase, y agarre lo que le guste… yo entre todas las manos de mujeres agarrando pantaletas, porque si hay algo cierto es que a las mujeres, a todas, nos encanta un remate, una ganga, aquí, en Caracas, en Pekín, bueno, no sé si en Pekín, pero aquí en Venezuela, si, me meto y empiezo a apartar unas para mamá y una que otra para mí, había de todo tipo, de rayitas, florecitas, lisas, hilitos, bikinis, las de la abuelita y las amarillas.
Continúo mi búsqueda y ya en confianza, veo una bien bonita y cuando la alzo y la abro frente a mi cara, digo decepcionada: – No, está muy feíta, tenía un loro que más bien parecía un pelicano, dibujado en toda la parte de atrás, aparte de grande, al bajarla, veo una cara sonriente, frente a mi, que me dice: – Señora cómpreme una estampita de la Virgen de Chiquinquirá o un escapulario, es una señora algo mayor y claro, con la Basílica tan cerquita, y con tantas personas en el lugar, vende sus recuerditos y le digo: – Claro, deme un escapulario, me gusta estar protegida y pienso, al salir de aquí, voy a la Basílica a visitar a la Virgen.
Cuando tenía una de tantas que había agarrado en las manos pasa un ciudadano de Maracaibo muy echador de bromas y me dice: – ¡Mi amor esa te queda grande, buscáte una tanguita! y suelta una carcajada bulliciosa y expresiva, yo solo sonrío y sigo buscando y el señor dueño del mesón le grita: – ¡Respetá a la señora! y dice: – Cada vez que pasa se mete con mis clientes, yo le dije para tranquilizarlo, – No le haga caso, nunca falta el ocurrente, además tiene razón, esa esta muy grande para mi y pienso, busco pantaletas, no sabanas y mucho menos carpas.
Un grito ¡Graaaciass! a coro, me saca de mis pensamientos y al rato también a coro la palabra !Pichirreee!, más alto aún, yo con los ojos de asombro miro para todos lados y me explica el señor del mesón que el grito !Graaaciass! es para las personas que dan una propina en los cochinitos o potes alcancías improvisados que hay en cada mesón y el !pichirreee!, obvio, es para los que no dejan ni una monedita en los cochinitos, recordé bajar la próxima vez las moneditas que tengo en el carro para los “daleros”, esos caballeros que te cuidan el carro y que nada más te dicen dale, dale y uno con los ojos super abiertos fijándose que nadie te choque por detrás, por no confiar en los “daleros” y sus daaaaaaale que el golpe avisa.
Luego de cancelar, logro meterme entre la gente, veo muchas cosas bonitas, hasta unas escobas compré, eso si, más de uno sufrió los embates de los palos de las escobas, ¿que se podía esperar?, con tanta gente de compras en el centro.
Ya en mi carro que había dejado estacionado en el Registro, regresando de la Basílica y metiendo mi bolsita y las escobas en la maleta pude decir con mucho orgullo: – Vine sin planificarlo al centro de Maracaibo, una tarde de Diciembre, sobreviví al gentío, a los pisones, a los codazos, a los chistes, incluso, a las malas caras, culpa de las escobas y con orgullo concluyo: –Me encanta mi Ciudad hermosa, con su Centro, las personas simpáticas y ocurrentes, entendiendo el ¿por qué? todo el que viene de visita, desea venir de compras y lo mejor de todo, compré unas buenas pantaletas, solo a quinientos, para mi y para mamá, incluida la amarilla del 31 de Diciembre, volveré más seguido..
CASCO CENTRAL DE MARACAIBO-VENEZUELA
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