TRANSMIGRACIÓN

Hoy es un día muy especial para mí; soy la muerta y este es mi entierro.Ya era hora porque no podía más de parches y de goteros. Qué buena muerte he tenido, qué dulce. La morfina es una maravilla, ya lo creo. Te deja suavecita, suavecita y te facilita mucho el viaje. Eso sí, lo del túnel y la luz, ¡pamplinas! Yo no he visto nada de eso. Sin en cambio, en el velorio, cuando me tenían ahí de cuerpo presente, oye, escuchaba todas las voces como amplificadas. ¡Qué impresión, tú! Con lo tapia que estaba ya a última hora, y entonces fíjate, lo capté todo a la perfección y sin trompetilla.¡Chúpate esa mandarina!

Escuché a la Ernesta susurrarle a su madre con muy mala leche: «Vaya geniacho tenía la señora, se le ha quedado en la cara todo el vinagre». Y la otra harpía cloqueó: «Es que no hay maquillaje que disimule la mala virgen». Oí la voz de picaraza de la Presen, la del horno: “Aún se me quedó debiendo las últimas mantecadas”. Pues ya no las cobras. ¡Qué jodidas son las vecinas!

A mí que me echen un galgo. Yo ya ni sufro ni padezco.

Ahora me llevan al camposanto. Cómo me gusta ir en coche. ¡Pero cuida con los baches, mameluco! Este Severino conduce del culo. Claro, está acostumbrado al tractor. Y mira que está el firme recién echado, pues nada, él dando bandazos. ¿No se da cuenta que soy de tamaño perro sentado y me voy chocando contra las paredes de la caja? Con lo apañadica que me han puesto de traje y de todo. Voy a llegar con las faldas arrugadas y enseñando la enagua. No somos menos persona por eso, pero vamos, un poco de dignidad no va mal a nadie.

En fin, ya tenía ganas de morirme, a mis noventa y ocho años. Ya vale de aguantaros a todos. ¡Qué cansancio de vida! Estaba reventada de tanto hospital y tanto tubo. Pero lo que es venirme a visitar, no, de eso nada, monada. ¡Qué cosa! Me parece que estoy en el balcón del ayuntamiento, tú. Con los ojos cerrados y dentro de la caja, pero lo veo todo. ¡Impresiona, oye! Veo cómo se rasgan las vestiduras, más falsos que la moneda. ¡Anda y que os den! ¡Bastardos, hipócritas, degenerados! Tranquilos, que ya no oiréis mis bufidos, ni olisquearéis mis gases corrompidos. ¡Os jodéis! Que os daba mucha vidilla en vida, ya lo creo. Sólo por lo que me habéis puesto de hoja perejil, con lo que le alivia al alma la maledicencia. Ya lo habréis pasado bien a mi cuenta, ya, somardas.

¡Observa! Ahí está la Sonsoles, la muy cabrona, haciendo como que llora. ¡Ay cuántos mohines de comedianta! Qué no te pega, hija mía, qué no me la cuelas. Y el Rufo, ya vuelve de echarse un pito. La leche que le han dado, no sé cómo la aguanta. ¡Acabáramos!

Cuánto estás tardando Severino, hijo. Quiero salir de aquí, quiero aire fresco, leñe; el ultimo aire fresco de mi vida.

Joroba, los paletas se han cogido una botella de moscatel de casa y se lo están pimplando tan ricamente. Chica, qué trazas. Pues no me hace ninguna gracia, porque ese moscatel lo tenía yo guardado para las ocasiones. Ahora llegan los sobrinos. Quita Mariapilar, asquerosa, no me eches la alentada encima, que te apesta a gastritis. «Qué buena fue para todos» Sí, por la punta del haba, «y qué generosa». Nos ha jodido Mayo, por no llover a tiempo. Si me han desplumado. Me han arrancado las pocas alhajas que tenía, a pesar del rigor mortis.

Por fin me sacan del coche. Buena tajada llevan esos con el moscatel.

Qué buena tarde se ha quedado y qué ligera me siento. Esto es mejor de lo que pensaba. Así, así, qué soplen bien las trompetas y qué me bandeen como a la Virgen Dolorosa, qué se partan las camisas, qué se mesen los cabellos, que yo estoy transmigrándome ya y menuda juerga llevo.

Mira Dios Nuestro Señor qué seriecico está en su nube dorada. Es una pose. Ni me mira ni nada. Debe estar echando cuentas, a ver si me manda arriba o abajo. Pero Dios Nuestro Señor, ¿por qué no delegas un poco? Consulta con los otros dos; para eso los tienes. Jesús no para de mirar a la Sonsoles, qué marrano y qué humanidad ha tenido siempre Jesús. Si supiera lo puta que es. Pero, cómo no lo va a saber. Debe ser por eso, que le van las pecadoras más que a un tonto un pirulí.

¡Espíritu Santo, ven a mí, que me pierdo! Llévame en tus alas a mi nuevo templo; no me abandones en esta mierda de mundo. Aún me tocará aparecerme a estas piltrafas hasta la eternidad y eso sí que es mortificación.

Ya estoy en el nicho. Es muy estrecho pero no siento claustrofobia. Anda que no han sido rácanos en el sepelio. No me duele nada ya y es una ventaja. Pero este agujero está muy marrano. Ahora mismo, si tuviera una bayeta lo dejaba todo como los chorros del oro. Como no me duelen las rodillas, me podría agachar y reptar como una culebra para llegar bien a los fondos. ¡Espíritu, date prisa, que están preparando el cemento! Digo yo que me habré ganado una buena reencarnación, después de tantos rosarios y letanías. ¿A qué me toca sardina, o perca? Con la mala suerte que tengo… Ay por Dios, eso no, que me da mucha grima el agua. La humedad me va fatal para el reuma. Pero, calla… Igual ya no sufro más de reuma. Pues santo y
bueno.

¡Arrea, no me lo puedo creer! Si ha venido el Torcuato… Qué desmejorado está y qué acabado parece. Tarde llegas, ababol. Como siempre. Toda la vida te estuve esperando, picha floja.

Oyes, ésto de morirse está bien. Es bastante entretenido. En mi vida había tenido tantas visitas, rediós.

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