IMPOSIBLE OLVIDAR

IMPOSIBLE OLVIDAR

Norma Borello

02/09/2016

En este momento recuerdo un viaje que me dejó un sabor amargo, tal vez por eso quiero relatarlo.

Hace muchos años, comenzaba mi tarea como docente en un Colegio privado. Era muy joven, con los deseos propios de quien comienza a transitar un nuevo camino lleno de ilusiones y de incertidumbres. Me apasionaba la docencia y más aún con alumnos del último curso en los que la nostalgia de dejar el colegio se mezclaba con la felicidad del final.

Había dejado la facultad hacía poco tiempo y mis recuerdos parecían mimetizarse con los sentimientos de mis alumnos, sintiendo aún mi juventud plena.

En mi país, Argentina, es habitual que los alumnos de quinto año del secundario realicen un viaje importante de fin de curso para dejar cerrado un período inolvidable de la vida. A mediados de año comienzan los preparativos y se extienden hasta finalizar el año lectivo. En este contexto y uno de los temas más importantes, es elegir a los dos «profe» que los acompañen y gestionar el tema con los directivos del Colegio.

Al mismo tiempo se eligen los lugares turísticos que luego irán a votación. Uno de los preferidos es San Carlos de Bariloche, al sur del pais. Es un lugar de ensueño, habituado a recibir delegaciones de distintos lugares ofreciendo siempre tentadoras ofertas que interesan a los jóvenes como, boliches, música, excursiones y mucho más. Ofrece una infraestructura ya preparada para recibirlos, puesto que no son simples veraneantes, sino alumnos que llegan y vuelcan su caudal de ilusiones contenidas durante todo el año y pueden llegar al exceso en un instante.

En la elección de profesores, yo reunía las condiciones que ellos valoraban, era joven, tenía buena relación con los alumnos y a la vez sentía deseos de conocer el lugar. Es así que fui elegida junto a otra novel colega y comenzamos a planificar. La ilusión crecía pues el viaje ofrecía una espectativa interesante.

Se concretó la fecha y cuando llegó el momento partimos todos con el equipaje lleno de alegría.

El viaje fue tedioso, muy largo, eran muchos los kilómetros que debíamos recorrer. Pero llegamos y muy bien.

El primer día fue maravilloso, nos extasiamos con los hermosos paisajes, lagos, montañas, bosque de arrayanes, frondosa vegetación autóctona enmarcando un paraíso de ensueño que agotaba nuestros sentidos.

La noche nos ofreció su encanto, conocimos el centro de la ciudad, los alumnos tal como venían programando conocieron el «boliche bailable» siempre bajo nuestra responsabilidad que no resultaban nada fácil. Regresamos a la madrugada. Al día siguiente nos sentíamos cansados, mucha emoción, todo era novedad.

De pronto lo inesperado. El dueño del hotal donde mos alojábamos, un señor mayor de edad, cuyo nombre y apellido no recuerdo, se acercó al grupo y preguntó por las encargadas.

Nos presentamos las dos profesoras esperando una bienvenida o a lo sumo ser reconocidas, pero no fue así. Este buen señor nos informó, con la seriedad que el tema merecía, que desde la agencia de turismo que habíamos contratado no giraron el importe de nuestra estadía, por lo tanto debíamos abandonar el hotel o abonar la reserva.

Fue un momento terrible donde se combinaron sensaciones de temor, enojo, dudas y ¿que hacer?. La distancia que mediaba entre San Carlos de Bariloche y nuestra ciudad era más

de mil quinientos kilómetros, nada fácil de resolver.

Lo converesamos con los alumnos pero el dinero que podíamos reunir no alcanzaba para nada, pero debíamos tomar una pronta decisión.

Hablamos a la agencia de turismo que nos preparó el viaje preguntando qué había ocurrido, siempre pensando con tristeza como podíamos regresar.

Fue un día terrible. Al llegar la noche, el señor dueño del hotel se acercó nuevamente a nosotros, creando en el grupo un clima de ensiedad, tristeza, angustia y nos dice: » creo que lo podemos arreglar, mañana me giran el dinero», pero ya en ese momento su rostro había cambiado, se iluminaba con una leve sonrisa.

En los días subsiguientes, no nos habló más del tema, tampoco preguntamos y así terminamos el viaje, disfrutando como merecíamos.

Todo pasó, pero aún hoy tengo una duda ¿qué ocurrió realmente?. ¿Fue verdad lo que nos dijo el dueño, o quién mintió?. La agencia de turismo lo negó hasta el cansancio y el señor mayor dueño del hotel, no apareció nunca más.

Esos imprevistos a veces dejan huellla imborrables, tal vez por eso hoy despues de muchos años, lo estoy contando. FIN

Norma Lucia Borello

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