Una sombra en la iglesia

Una sombra en la iglesia

Werner Colombani

23/08/2016

Una sombra se acercaba a la iglesia. Caminaba tranquilamente como si fuera un ser normal, como si fuera una hija de Dios.

El domingo en la iglesia de Zacatecas, una sombra, sin respetar ninguna jerarquía, se postró afuera durante la misa de seis.

Al terminar la ceremonia, la gente llenó con sus voces las calle que daba a la entrada:

—¿Cómo es posible que Jesús haya alimentado a tanta gente en el desierto?–dijo una.

—Vieja, ya te lo explicó el padre, ¿no puedes entender que Jesús realizaba milagros? Espérate a que lleguemos a la casa pa preguntar tus pendejadas; no me avergüences en público —le respondió el esposo.

La sombra permanecía inerte, su sensación de “ser común”, se materializaba con la indiferencia de los feligreses…

—¿Viste cómo iba vestida la hija de Carla?, tiene catorce años y ya parece una cualquiera; Efraín es una fichita, ¿a qué viene a la iglesia?; Cristián, es un lujurioso y se la pasa dándole el saludo de paz a todos, Carmela… María… Conchita… Fausto… Ariel… Jorge… —les decía doña Inés a su marido y a sus hijos. “Sí amor”, era lo único que respondía su esposo.

—¿Qué haces Alma? —preguntó un marido.

—El niño está muerto de hambre…

—Va a usar el dinero pa drogarse o pa comprarle chupe al papá, ¿quieres eso?

La sombra se acercó al niño, le preguntó si se había ofendido y éste no dio respuesta; por su cara, parecía estar acostumbrado.

“Una moneda por favor”, “me da pa un taco”, “cómpreme rompope”, “una caridad”.

La sombra regresó a su casa, entró y vio al marido, como siempre, frente al televisor y con una cerveza que ya simulaba una extensión de su mano.

—Ya vine.

—¿A dónde fuiste?

—A la iglesia, como te dije.

—Aja.

—Te dije que quería preguntar sobre las columnas que tiene, las que parecen dos mujeres cargando algo.

—A sí, sí. Las que, según tú, se parecen a ti… ¿y luego?

—Se me olvidó preguntar es que…

—¡Qué tonta! —interrumpió el marido.

—¿Pudiste comprar mis medicinas?

—No tuve tiempo.

A la semana siguiente, la sombra volvió a la iglesia. Llegó antes que concluyera la misa y decidió sentarse a esperar a que terminara para preguntar sobre las mujeres de las columnas. Se acomodó al lado de una de ellas, justo enfrente de la puerta. La gente salió y los comentarios eran casi iguales que los del domingo anterior salvo por las quejas del estorbo que la sombra representaba para salir del recinto. El jueves posterior, se dieron cuenta que la sombra era una persona y que llevaba más de tres días muerta.

IGLESIA DE ZACATECAS, ZACATECAS, MÉXICO

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