EL VIAJE FANTÁSTICO

EL VIAJE FANTÁSTICO

Juan Cruz Lara

22/08/2016

Bajo el puente que daba acceso al otro lado de la ermita había una suave manta tapizada de fina hierba adonde iban a parar los cansados viandantes que solían guarecerse a echar una pequeña siesta mientras cogían fuerzas para proseguir el camino; un camino que parecía no terminar nunca, pero que era relajante para todo aquel que lo hacía. El gran viaje, como ella lo llamaba, estaba lleno de historia e historias incompletas que muchas veces eran el trampolín para iniciar la aventura de terminarlas; un viaje evocador que transportaba al paseante a otros tiempos y que le daba un halo de melancolía, como intentando averiguar dónde se escondía ese mundo que ya había pasado y solamente podía revivir en su imaginación y que gracias a los vestigios del trayecto podía fundirlos con la realidad. Un mundo cuyo principio traspasaba la historia y llegaba al origen de los tiempos, un mundo en el que el camino y ella eran sólo uno y un mundo en el que el tiempo parecía haberse detenido a contemplar la obra del creador.

Solía pensar que nunca lograría atravesar aquella vereda infinita, rica, sugestiva, sugerente, que una vez más se anteponía a sus sueños más eternos, pero sin duda llegaría el día en que sus pies tocarían aquel camino; para entonces ya habría preparado lo necesario para descubrir un universo nuevo que se cernía ante ella, lleno de avatares y, aunque la posibilidad era remota, no iba a cejar en su empeño de conseguir abrazar siquiera una parte de la historia de aquella evocación que de momento sólo concebía en su mente y que le daba la fuerza necesaria para afrontar tal hazaña procedente de su interior. Sabía que la realidad le impediría bordear aquellos parajes llenos de civismo y curiosidad, pues un inmenso desierto la separaba de su meta; un desierto cuyas tonalidades color turquesa se acentuaban cada vez más al acercarse a las blancas arenas iniciadoras de aquel viaje soñado que había anhelado toda su vida. Los libros, las fotografías y los reportajes mantenían viva la esperanza, pero sobre todo, su gran devoción a los santos que siempre la acompañaban allí donde iba. Era tal su fuerza creadora de lugares, que la realidad quedaba seducida por su gran talento imaginativo, el cual se veía transmutado a una pequeña pantalla en forma de imágenes que le transportaban hasta el camino; un camino lleno de vegetación, de espontaneidad y de incertidumbre que llevaba hasta el mismo lugar donde yacía su gran santo, el que siempre la acompañaba por los ríos de la vida, pero de momento, seguía siendo su viaje fantástico.
CAMINO DE SANTIAGO

FIN

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