Jamás imaginé que la vida me daría la oportunidad de reconocerme y amar el rostro de una persona maravillosa a la que únicamente había visto en el monitor de una computadora… Con el paso de los años me doy cuenta de la importancia que reviste ese primer encuentro hace ya doce años.

La madurez de sus pensamientos y decisiones me hicieron volcarme hacia lo que ahora es parte de mi vida, en aquel momento existía en mi persona una enorme necesidad de pertenecía, la frase crucial aún la recuerdo como sí fuera ayer:

«No somos niños, voy a despedirme de todo, voy a arreglar lo que debo dejar, te pondré en contacto con mis hermanos y voy a llegar hasta ti»

Recuerdo la primera impresión al leer esas palabras en el chat que nos separaba físicamente por más de 12, 500 kilómetros de distancia… Sin lugar a dudas fue de asombro, posteriormente desconcierto, inquietud y por sobre todas esas sensaciones, un raudal de alegrías contenidas.

Triste fue percibir la desconfianza de mis amistades, de mis familiares más cercanos y de mi propio hijo al que invité al chat para que conversara con él… Los demás no entendían que una vez que el resolviera su cuenta regresiva nada, ni nadie lo iba a detener para llegar hasta mi. Su arrojo, entereza y disposición para emprender el viaje invadía todo mi ser de sensaciones nuevas e intensas, soñaba que era como una princesa prisionera en la torre de un castillo a la espera de su príncipe andante que llegaba de lejos al rescate. Desde luego no estaba prisionera mas que de los convencionalismos de los otros que no confiaban en el esfuerzo y la entereza de mi amado.

¿Podrías entender en sentimiento que prevalecía en alguien como él para decidir dejarlo todo por el amor de una persona con la cual se comunicó cerca de un año por Internet? Posiblemente no, algunas personas lo tacharon de loco de remate, de vividor en busca de aventuras, de hombre sin el criterio suficiente para entender en lo que se estaba metiendo.

Todo esto no formaría parte de los argumentos señalados si el fuera un hombre con recursos, que hubiera decidido tomarse el avión y hacer algunas escalas estratégicas para llegar hasta el sitio donde yo me encontraba; no era así, su oficio de electricista sería el único medio con el cual se defendería en el camino, aparte de su fortaleza física y su obstinada terquedad por conocer a la mujer de la que se había enamorado.

Claro a estas alturas del relato muchos de ustedes se preguntarán ¿de dónde viajaba el amado de nuestra relatora? Tal parece que eso no es lo más importante del relato de viaje, pero si lo es, claro la tierra natal de quien ahora es mi esposo es Treinta y Tres, Uruguay yo vivo en la ciudad de Mérida en Yucatán, México.

Con la mochila al hombro de madrugada emprendió su viaje mi amado, se dirigió hacia la frontera de Brasil para iniciar un viaje que sería definitivo en nuestras vidas y sorpresa para muchas de las personas que no lo creyeron posible… Aventura que vivimos juntos, él físicamente y yo de forma mental reconociendo cada tramo del camino, angustiada en otros momentos al perder comunicación con él y trabando relaciones con mi amiga y cuñada que desde lejos me ayudaba a darle forma a los visados y arreglos ante migración para su entrada al país.

Ella es una mujer de Dios con una fe incalculable, conocedora de las cosas en que Dios puede obrar a favor, ignorante de los negros sentimientos de los otros y sus egoísmos e incredulidades, ella pudo sostener el alma de ambos como una sola y hasta la fecha ha sido el sostén milagroso de nuestra solida relación por encima de lo que muchos concibieron plagando de peros, envidias y crueles desconfianzas.

Con el paso de los años hemos vivido muchas cosas, situaciones como las de tantos otros matrimonios, con la clara diferencia de que la nuestra fue un acto de fe para seguir juntos por encima del estigma cultural y económico, más allá de los límites de la razón de los que pensaron y actuaron en contra de nuestra realidad.

Hoy me pregunto ¿algún día conoceré Uruguay? tal vez no sea posible, sin embargo un pedacito de esa cultura se ha quedado en nuestro hogar, forma parte de algunas costumbres que preservamos y que se han mezclado con las de mi tierra.

En el camino tuvimos tropiezos el más terrible de todos fue cuando lo detuvieron en Colombia, los policías lo confundieron con un agente de la DEA, le interrogaron pues les parecía increíble la historia que el contaba, un militar de alto rango le decía: «Bueno será mejor que me cuente algo creíble… ¿Cómo así que va de a pie a conocer a su novia hasta México?»

Yo no tenía forma de comunicarme y unimos esfuerzos su hermana y yo para que lo dejaran libre, desafortunadamente al no obtener el sello de visado tuvo que esperar en ese país un tiempo de castigo, dentro del cual tendría que esperar ahí o regresarse a su tierra natal, fue doloroso y triste que eso nos pasara, el tiempo contemplado para su llegada se vio obstaculizado por las circunstancias, sin embargo se cumplió el plazo y los planes siguieron su curso, la vida nos puso duras pruebas y hasta la fecha seguimos recibiendo embates del destino, de la misma manera en que otras personas han de tenerlas, afrontando dificultades y enfermedades, pero una cosa es fundamental, cuando hay motivos para seguir juntos no importa el tiempo, ni la distancia, la pobreza y la critica destructiva de los demás.

Algo me agrada y enamora de mi esposo, verle dormir y descubrir en ese momento que su tez expresa serenidad y confianza, en esa expresión veo una conquista hecha de trocitos de nuestras vidas, donde el tejido de nuestra relación es fuerte y duradera.

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