“¡No puede ser!”

Con lo que le había costado salir del apartamento sin que él se diera cuenta y ahora estaba allí parada…

en una de aquellas diminutas calles del Carmen, en pleno casco antiguo de Valencia, por las que apenas cabía su coche.

En un abrir y cerrar de ojos se materializó una muchedumbre dirigiéndose hacia ella…

La cruz de madera que abría paso a la comitiva, sostenida por un joven de cabello corto que miraba todo el tiempo al suelo como si la cabeza le pesase mas que su propia alma clavada en esas maderas, estaba cada vez más cerca. Le recordó a ella misma delante de su progenitor; un escalofrió la estremeció al evocar de nuevo esa imagen gritándole “¡ARDERÁS EN EL INFIERNO!”.

Por más que había intentado explicarle, darle razones para que él lo entendiera, nada fue posible. La vida a su lado se volvió insoportable; todo el tiempo encima de ella, husmeando en su teléfono, interrogándola a todas horas, una verdadera tortura, ya no podía más, llevaba meses aguantando esta situación, dejando correr el tiempo, esperando un amanecer en la mente de ese padre tan autoritario que le había tocado vivir.

Finalmente se decidió a hacerlo, cogió el dinero, las llaves del coche y en un momento de descuido, salió de allí para siempre.

Se agarraba al volante como el que se aferra a la vida instantes antes de subir al cadalso. Si la encontraba la encerraría para siempre, la había amenazado con hacerlo, tenía contactos y dinero suficiente. «Te lo prohíbo» -fueron sus ultimas palabras al hablar de ello.

Mientras tanto, la gente pasaba como podía por los lados del vehículo, nadie la miraba, iban a lo suyo, en cambio ella sí los veía a todos… sacerdotes, parejas, familias, hombres y mujeres de todas las edades, gente con un destino en común, en peregrinación ¿hacia dónde?

Cánticos y rezos mezclados en un sinsentido de sonidos que la ahogaban, de fondo la voz de su padre repitiéndole aquella frase.

Por fin se despejó el tumulto y con él su mente se llenó de luz. ¡Inés estaba esperándola al otro lado de la ciudad!.

El móvil sonó…

“Dime preciosa… ¿Qué dónde estoy?… ahora luego te cuento… si, todo está bien… calculo que en 15 minutos estaré ahí… yo también… un beso”

FIN

CALLE APARICI Y GUIJARRO «EL CARMEN» (VALENCIA)

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