«Un muchacho»

Un

viaje dibujado en
un sueño, se centra en un muchacho de cerca de 30 años,
que trae consigo un preciado cargamento. Éste
muchacho va ufanándose que servicial es él,
que requerido es para llevar tan valiosa mermeladas.

Esperan por el
contenido del frasco en una reunión desayuno de negocios.

Pero no llega el frasco, el
muchacho sé había distraído con una muchacha mientras entregaba tan deliciosa encomienda.

. Qué respondo, que el viento se llevo mi voluntad. ¿Qué murmulla la brisa?, las
divinidades que las personas no logran ver,
logro percibir los aromas que
cada persona transporta hacia mí, toda persona está dividida entre aquello que
perfuma y aquello que avinagra el alma…

Dios lo sabe, pero yo no sé lo que Dios sabe. Vale que alguien con autoridad mencione, que tengo una mente dividida, si las vivencias son mías. La brisa trae a La muchacha de alma linda, ella relata.

Una señora cuyo nombre no me acuerdo me visita y comenta que confíe
en ella. Ésta señora cuenta todo lo que ha de
suceder, por lo que es muy importante que prepare con
sumo cuidado una rica mermelada y la lleve a un destino, que deja señalado.

La reunión de negocios es un éxito.

Él, menciona yo no sé lo que piensa Dios, pero
él si sabe de mi afligimiento y aflicción.

Una mañana fría de primavera en los comienzos
de los rayos del sol, mientras el muchacho que entrega mermeladas va
hacia la plaza de armas de Santiago, para que le den un lustre a sus zapatos,
con ello piensa logrará más
exquisitas visitas con su canasto lleno mermeladas, sin embargo el umbral tenía pensado otro
destino para sus pasos bien lustrados.

De repente sin más ni más un murmullo le da aviso
que tiene que dejar de lado la entrega, e ir en forma presurosa a su hogar. ¡Deja tanta dulzura él!,
la encargada del local, tuvo un presentimiento al entregarle las
delicias aquella mañana, una sensación
que se despedía de él. Prosiguió el muchacho de mirada fija por las
calles llegando a su destino trazado.

En aquella casa esperaba la señora, quien lo abordo por detrás con una suave mano, suave como la brisa de la mañana. En ese
momento las miradas se cruzaron y él la invitó a entrar a su casa.

La
señora desliza breves palabras de una realidad. Surge entonces el vértigo de la división, pero
está vez las campanas anunciaban un duelo que jamás se vivió, el
duelo de la partida de un muchacho de 18 años que había quedado sepultado por
el tiempo.

Él se toca la cabeza, recuerda todos los sabores que
habían pasado por sus manos, se toca la boca del estomago que pareciera que
se abría y lo consumía. No quedaba ya
nada por hacer, el viento se había llevado toda su vida sin
que él, se diera cuenta de una pizca de aquello.
Aquella sombra negra invadió, sin
siquiera avisar, para llevarse parte de su espíritu.

La señora había
cuidado de él, desde el umbral de los que ya partieron, ésta
señora que le dio vida, cuya existencia había estado llena de
sinsabores, tenía como misión llevarse con Ella al joven
adulto, para dejar en éste mundo al niño eterno.

La tierra lo
reclamaba como hijo suyo.

Ella le dijo, hijo mío,
antes tienes que hacer un último encargo, tendrás que hacer un viaje, el
tiempo para ti no transcurrirá, mas para aquellos que te esperan y quieren
pasará. Llevarás un mensaje, cual paloma,
a un hombre que habita en
el valle, y espera por una amada, allá en los Andes.

El muchacho entregado a su designio, emprende
el viaje.

Era el tiempo de
dividir la cosecha.

Mientras las nubes se abrían,
el muchacho viajó tras su
último sabor….. y en sus manos
posaba un frasco con mermelada rosa mosqueta con destino al valle, dejando tras
de sí su sombra hecha niño

Su espíritu se
transportó por una inmensa distancia hasta el valle.
Llegó
el muchacho dividido por el tiempo, él
sabía que debería encontrarse con su progenitor, aquel que le dio vida, mas no vio crecer su simiente, pero vio crecer la simiente de otra rama del árbol
de sus progenitores.

Así fue recibido como un recuerdo encapsulado en
un relámpago que brilla desde lo alto en el tiempo, éste
muchacho era fruto de un romance dejado en el tiempo, era simiente de aquella señora, que
había estado a la sombra del muchacho y
del hombre
del valle. Aquel
romance fue intenso como el aroma que se expende en la cocción de una
mermelada, pero corto como el consumo del dulzor de una mermelada, dejó
una semilla, esta
se había dividido para dejar un fruto siempre joven y otro
fruto que venía por el árbol que le dio vida.

. El
árbol y la
semilla sé encontraron, pero al igual que un sueño donde el alma se
libera, para
luego despertar, así
ocurrió el evento del encuentro…

Aquel hombre
del valle despertó,
encontrándose en un sillón mecedor
con una gran paz interior y aquella ventana del comedor reflejaba un frasco de
mermelada.

Él pensó, Dios en su
misericordia ha sido piadoso y ha permitido que yo quede en paz con mi
descendencia, aunque no he de volver a verlo, sé
que éste muchacho ya no me pertenece, ha quedado su mitad en manos de otro huerto, la otra mitad del muchacho que yo he visto no
lo verá nadie más, esa realidad solo yo
lo sé.

Hijo mío hasta pronto, perdona…..simiente mía.

En la lejanía unos cóndores miran los picos de las montañas, observando un frasco de mermelada que viene del mediterráneo pasando por Los Andes hasta su destino, acompañado viene, de la amada.

El muchacho despertó en aquella plaza de armas
junto a la muchacha de alma linda, y junto a ella estaba quien lo había recibido
antes de nacer, quien había encarado la
división del muchacho. Su protector, quien se convirtió en el amor de la madre del muchacho.

En el hogar ubicado
en un lugar de una larga calle, esperaba el aroma a mermelada dejada ahí por el muchacho que nunca
regresará…….

Nuevamente en una paradoja el
frasco de mermelada esperaba por el
muchacho, su padre, junto a ellos, aquella muchacha que habría de entregarle
dulzor a la vida de éste hombre dividido…

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS