“No podemos vivir como si la belleza no existiera” Germán Dehesa

Cuando era aún niña, empecé a confiar en las letras lo que no podía confiarle a nadie.

Cuando era niña, llenaba hojas y hojas de papel que firmaba de maneras distintas para no delatarme. Aún me preocupaba lo que se pudiera pensar de mí.

Cuando era niña, escribir era el desahogo, era el aire puro, la manera de tranquilizar algo que no sabía que era, un exquisito dolor que representaba gozo.

Cuando ya no fui tan niña, empecé a vaciarme en hojas amarillas y rayadas de un cuaderno que resultó ser un extraordinario compañero, una libreta que se mostraba para decirme y decirle al mundo lo que sentía.

Un día alguien preguntó si era poeta, pensé un momento antes de responder y resulto difícil ponerme al frente con una etiqueta, mostrar una palabra grande para mi persona.

Profesión: Poeta

Lugar de trabajo: inexistente, puede ser en cualquier lado.

Horario: cada instante, cada latido.

Trabajo: Hacer poesía. Del día, de los sueños, incluso de las pesadillas. Darle un tono musical a las letras. Componer un enunciado con tinta roja para decirme que las letras laten, sienten, retumban.

Hace días leí un diccionario hecho por niños colombianos, donde el profesor quien recopiló esto hizo un ejercicio de preguntar algunas palabras a sus alumnos y en el transcurso de cinco años logró formar una antología. Es interesante el resultado.

Cito el significado de “poesía”.

P.O.E.S.I.A (Del. lat. poesis)

“Hay veces que uno no tiene nada que hacer y se pone a escribir poesías”. Blanca Yuli H.E.N.A.O. 10 años.

Entonces para Blanca Yuli yo soy de esas personas que no tienen mucho por hacer y se ponen a escribir poesía.

Es muy raro decir “soy poeta”; traduzco mi mundo, mi óptica. Hay días que van arrancándome poco a poco mi ropa y quedo desnuda; solo yo, la niña, la adolescente que nunca creció, la mujer inmadura por acumulación de sueños y de fantasías.

Voy dejando a mi paso pedazos de mi nombre.

Pienso en los sueños al pelar las papas, al cocinar la carne, al poner la mesa.

Mi bolso está lleno de servilletas y recortes que recortan la imagen perfecta de la ventana que veo.

Mis manos siembran flores que deshojan letras. Me cuelgo un collar que “purifica” el aire.

Me gozo y me duelo.

El poeta sueña y sueña en drama, en prosa, y claro, también en poesía.

Cuando siento que me asfixio, necesito salir a caminar, necesito oírme respirar y al ver la grandeza que me rodea, me calmo, me arrullo y siento que hay tanto que ver, pero sobre todo tanto que decir. Y recuerdo a German Dehesa que decía: No podemos vivir como si la belleza no existiera.

Ahora ya soy mujer y confió a las letras lo que a veces no puedo confiarle a nadie.

Ahora, lleno mi computadora de escritos aislados y le traduzco el mundo a mi hija, porque empieza a estrenar memoria y firmo con mi nombre porque ya le perdí el miedo a vaciarme toda.

Todavía escribir sigue siendo el desahogo, el aire puro, la manera de tranquilizar algo que no sé qué es, un exquisito dolor que representa gozo.

Ahora Emilia, escribe por las noches cuando todos duermen.

Sigo confiando en las letras porque son extraordinarias compañeras que me muestran, en donde me digo a mí misma y al mundo, lo que siento, lo que percibo y vivo.

 

FIN

Fotografía de Idelma Ovalle

@idelmaovalle

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Recortes que recortan la imagen perfecta de la ventana que veo. Observar.

Flores que deshojan letras.

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