¡El trabajo de madre! Uf, ese no hay dinero que lo pague.

¡El trabajo de madre! Uf, ese no hay dinero que lo pague.

Fuera aún estaba oscuro. En aquella blanca cocina, iluminada por la luz del fluorescente, sólo se oía el nervioso taconeo de Ana moviéndose de aquí para haya con prisa y agitación; y los sorbos que Luisito daba a su taza de leche, sentado a la mesa con cara soñolienta. Suspirando, puso un codo sobre la mesa para apoyar la cabeza. Ana viéndolo así al pasar, se acercó a él y le dijo algo parecido a lo que su madre tantas veces le había dicho a ella.

-¡Hijo, hay que estar siempre arreándote!. Luisisto, acabate la leche de una vez, que vamos a llegar tarde al colegio.

-Mamá, pero ¿por qué tengo que ir tooodos los días al colegio, a la miiisma hora, desde sieeempre?.

-¡Desde siempre no!.Desde que tenías cuatro meses. Y qué quieres ser de mayor,¿un burro que no sabe nada?.

-¡Ya soy mayor mamá, tengo doce años!.Ya me voy empezando a enterar de muchas cosas pero llevo repitiendo una montaña de cursos los planetas del sistema solar que me tocan hoy. ¿No podían haber esperado a explicarme sólo una vez, cuando me enterara bien, aquello que me gustara o me hiciera falta?. ¿Es para que me fuera sonando, eso de repetir tanto?. Pues lo que ha pasado es que le he cogido manía por obligarme y ahora ya no me apetece nada de nada.

Y Luisito sorbió leche de la única taza de Bot Esponja que aún no se le había roto desde que era pequeño, mientras Ana lo miraba llena de perplejidad. Vaya comentarios que hacía últimamente el niño. Hay que ver como estaba creciendo. Y se esforzó por darle una contestación.

-Cariño, en este mundo si quieres ganar dinero tienes que trabajar. ¿Qué íbamos a hacer contigo mientras tu padre y yo estamos trabajando?. Ir al colegio es ahora tu trabajo. Tienes que estudiar para encontrar un trabajo cuando seas mayor, y así poder valerte por ti mismo y hacer algo de provecho.

-Ah, entonces, ¿todo es para que me vaya acostumbrando a levantarme para ir a un trabajo donde alguien no te deja hablar, moverte, ni levantarte de la silla en muchas horas?. Mamá, pero es que yo quiero ser como los que se guardan mucho dinero y no trabajan para tenerlo. Quiero ser un rico. El abuelo me explicó que hay unos que trabajan y otros pocos que se quedan con casi todo el dinero que se hace así, y vendiéndolo todo más caro de lo que es. Saben hacer un montón de trampas. Ponen políticos que dicen que sirven para ayudarnos a todos pero que para lo que sirven es para ayudarles a ellos realmente. El que tiene mucho dinero es porque lo ha cogido del de otros y se lo ha guardado. Me lo ha dicho el abuelo. Le pregunté que por qué les dejaban hacer trampas, porque no lo entiendo, pero no me dijo nada más. A lo mejor los que trabajan no se dan cuenta de que les están haciendo trampas.

Hubo un momento de silencio. Luisito seguía dirigiendo sus ojos hacia su madre, muy abiertos e interrogantes, mientras ella miraba pensativa las baldosas frías del suelo de la cocina; con una mancha de kep chup que no le había dado tiempo de fregar a noche. Ahora fue Ana la que suspiró con cara de cansada y murmuró como para sí misma:

-Sí, puede que no nos demos cuenta porque nos tienen siempre muy ocupados trabajando o comprando que es para lo que les servimos, o porque nos creemos lo que dicen de que no puede ser de otra manera todo, realmente la mayoría ni podemos imaginar vivir la vida de otra manera ni aunque sea un poquito. Y a los que lo intentan, no los quieren dejar. Ole por ellos.

-¿Qué dices mamá?

-Anda Luisito hijo, termínate la leche que nos vamos ya.

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