Compartiendo momentos

Compartiendo momentos

Paseo por su rostro y descubro su piel, bruñida por el sol y ajada por el viento. Cada nuevo pliegue describe las huellas de su duro pasado trabajado. Sus manos ásperas evidencian la lucha constante contra los químicos,  los golpes y las cargas. 

Si tuviera nietos, podría enseñarles sus heridas de “guerra”, -como dice él-, pequeñas cicatrices que marcan las pisadas de sus obras. 

Con su uniforme limpio, sus pesadas botas y su casco de nieve, comienza hoy el trabajo, ¡que ya son las siete!   

Su compañero Raúl, posa a su lado con su tierna sonrisa y sus ojos de fuego, miel y bravura en uno. En su mano, la merienda para hoy…. ¡Qué para todo tiene que haber tiempo!.

Raúl, joven y más tierno, ayuda a Manuel desde hace unos años. Aprende y ayuda y casi sabe más,… pero no dice nada, le gusta estar con Manuel, se cuidan uno a otro y entremezclan historias.

– ¡Venga!. ¡Ponles pasta que este material se despega! El cemento que nos traen no es como el de antes, -ya sabes- dicen que poca cantidad, ¡pero no basta! 

– Ya, ya, Manuel… 

– ¡Cuidado!. ¡A escuadra! que la señora es exigente y va a mirarlo con lupa.

– No te preocupes Manuel…  

Se levantan y agachan para colocar uno a uno todos los azulejos del baño. Antes Manuel ya había visualizado con Raúl cómo debían hacer el trabajo “para hacerlo con cabeza” -como dice siempre. 

– Mira Raúl, ¡qué bien queda esta cenefa! 

– Pues sí Manuel, ¡eres un artista!   

Y a Manuel se le llena la cabeza de pasado y piensa en los años que lleva realizando su trabajo…Las horas trabajadas, lo que le costó empezar…, Pero no quiso estudiar y su padre le cantó las cosas claras, ¡o estudiar o trabajar!… ¡Nada de vagos en la familia!   Y con pocos años a la obra. A hacer lo que fuese… Y lo que fuese era acercar el material, ayudar, mirar para aprender, y currar y currar, muy duro… pero mira, ¡para algo sirve ahora!…   

Cuando termine, -piensa-, pediré permiso a los dueños y traeré a Rosa… Le gustaba enseñarle sus obras. Ella le dirá, «Manuel, ¡es que eres una joya!, ¡mi joya más preciada! «.

Con un poco de suerte podrá enlazar con otro trabajo, si la empresa le llama, y si no de autónomo, como ahora, enlazando tres meses con tres meses, hasta que le llegue la jubilación y pueda por fin descansar.   

Cada vez llega más cansado, cada vez le cuesta más moverse, doblar las rodillas, levantar la cabeza, agacharla,.. los brazos. ¡Mi nuca, la espalda! ¡Por Dios! A veces parece que se descompone… Pero, con un poco de suerte, cinco años y ya está. 

Porque este oficio es peligroso… y no hay que jugar con fuego cuando te fallan los reflejos… No sea cosa que la fortuna sea esquiva y me quede como mi amigo Luis, caído sin remedio, sin que fuera culpa de nadie. ¿O sí? …Pero bueno, fue su destino, pobrecillo, ahí está en casa, esperando una solución.   

Y su mente y su cuerpo vuelven al trabajo y sigue con su tarea y mira a Raúl y piensa en qué bien lo hace, en que ha aprendido muy rápido… Se merece lo mejor. Se quedará con lo suyo y más que le pueda dar.   ….   –

¡Ven, mira Rosa!… Mira como ha quedado,… no te creas, estaba muy mal… He tenido que trabajar mucho… Pero al final ha valido la pena, ¡Mira!, todas alineadas, al mismo nivel, haciendo el dibujo… y la cenefa, ¿te gusta

  -Claro que me gusta… cada vez te superas-. ¡Me encanta!, es que eres un artista… Una joya, ¡mi joya!… y ese beso imprime las palabras en Manuel…  

Y se dan la mano y se van a su diminuto piso a seguir compartiendo momentos.

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