A las tres y diez de la tarde Trini y Flora salían de la sucursal de la Caixa de la Plaza Rovira. Iban con las cabezas juntas cuchicheando y riendo. Atravesaron la calle Rabassa y recorrieron los escasos metros que les separaban de la terraza del restaurante Vall. A principios de primavera las ramas de los plátanos empezaban a verdear. Apenas pasaban coches.

── Hoy sólo seremos tres, Mario.

── ¿Aquí mismo os va bien?

── Sí, sí, muy bien. Tenemos sol y sombra. Nosotras al sol, ¿eh, Flora? A Brian le conviene sombra, que si no acabará como una gamba, el chiquillo.

Flora asintió. Sacó del bolso un paquete de Camel y unas gafas oscuras, grandes, con la montura de concha que imitaba piel de leopardo. Se las puso.

── ¿Cómo me quedan?

── ¡Guau! Audrey Hepburn, total. Sólo te faltan unos guantes de raso negro por encima del codo.

── ¡Eso! Para ir a comer el menú del restaurante Vall de la plaza Rovira.

── ¿Las vas a llevar puestas todo el rato, Flora? Tampoco es que el sol sea muy fuerte.

── ¿Qué te pasa, envidiosa? Me han costado un pastón. Habrá que amortizarlas.

── Los ojos, tía, que no tienes ni idea. No te va a ver los ojos en toda la comida.

── ¡Ah, vale, no había caído! Bueno, pues me las voy quitando y poniendo.

Flora hizo una señal con la mano a Brian, que en ese momento salía de la Caixa.

── ¿Qué, ya te dejó salir la jefa? No se puede decir que no aproveche la beca que te pagan.

── No, no estaba con ella ahora. Hablaba con Roser que quiere que dé clase de inglés a su hijo.

A Flora le vino la imagen de Roser: tan guapísima, tan desenvuelta, acabada de divorciar; se quitó las gafas y miró a Trini.

── ¡Quita por Dios, Brian, no te lo recomiendo! ─dijo Trini  haciendo toda clase de aspavientos─. Al hijo de Roser lo han echado de tres colegios. No puede aprender inglés, ni nada sensato. Es un gamberro acabado y un porrero.

── ¿Qué es porrero?

── Que fuma porros; canutos, cannabis.

Brian sacó una libreta pequeña del bolsillo de atrás del pantalón. Flora sonrió.

── ¿Cómo cuantas palabras al día aumenta tu vocabulario, Brian?

── Entre seis y diez─ dijo con seguridad

Hicimos sitio al camarero que traía los primeros. Brian había pedido la paella de los jueves.

── Cuando vuelvas a Edimburgo vas a poder dar clase de castellano. Pronto sabrás más que mucha gente de aquí.

Brian miró a Flora. Luego bajó la cabeza.

── No sé si voy a volver a Escocia ─susurró.

── ¿Cómo es eso, Brian? ¡Con las ganas que tenías de volver cuando llegaste!

── Pero me gusta mucho Barcelona, el clima, la comida, ─señaló el plato de paella rebañado ─y algunas personas─ dijo mirando a Flora─. El trabajo de la Caixa está muy bien y el horario también. La jefa me ha decido ayer…

── Dijo, me dijo ayer.

──No me gustan vuestros verbos ─sonrió─.  Bueno, pues me dijo ayer que podría entrar a trabajar con un contrato de sustitución cuando se jubile Andreu. Lo estoy pensando seriamente.

El camarero retiró los platos. Flora miró a Brian.

── Pero bueno, Brian, esa es una gran noticia, qué calladito te lo tenías.

── Ahora te… os lo iba a decir. Me lo dijo ─recalcó el verbo─ ayer.

En ese momento un chico que pasaba por la otra acera de la  plaza, se les quedó mirando. Flora se levantó de la mesa y cruzo la calle para saludarle. Se dieron dos besos y hablaron unos minutos.

“Es impresionante las amistades que tiene la Gafas Leopardo” –pensó Trini– “No entiendo cómo está tan interesada por Brian, que, aunque sea monísimo, no deja de ser un crío, ocho años más joven que ella, y un blancucho”.

── Flora, hija, preséntame a alguno de esos tipos que conoces –le dijo Trini cuando volvió–. La semana pasada el de la moto; ahora éste. ¿Quién es?

── Un pretendiente inconfeso de hace cinco años ─contestó, mirando de reojo a Brian.

El becario se revolvió incómodo en la silla. Tocó su libretita, que seguía sobre la mesa.

── ¿Qué es pretendiente inconfeso?

El camarero llegó con los segundos. Brian había pedido capipota con garbanzos.

Flora se puso las gafas. Trini metió baza.

── Pretendiente es una palabra antigua, casi no se usa. No sé si merece la pena que la apuntes en la libreta. Quiere decir alguien que “te pretende”,  a quien le gustas, vamos. Inconfeso es una palabra más rara todavía. Significa que no ha confesado, que no lo ha dicho. Así que un pretendiente inconfeso es alguien a quien le gustas, pero que no te lo ha dicho.

── Si no lo ha dicho, ¿por qué sabes que le gustas?

Flora se quitó las gafas

── Porque se nota, Brian, eso se nota.

Trini dio una patadita a Flora por debajo de la mesa y se levantó de un salto.

── ¡Pero si yo me he venido sin cuadrar la caja! ¡Cómo lo vea la jefa…! Si acabo pronto, vendré a tomar café.

Y salió corriendo.

── Comería capipota cada día. ¿Sabes?, se parece un poco al plato típico de Escocía, el haggis, pero no llena tanto; me gusta mucho más.

Después la miró y abrió la libreta. Escribió algo lentamente. Arrancó la hoja y se la pasó. 

── Espero que esté bien la ortografía  ─murmuró.

Flora leyó en voz alta:

── “Yo no quiero ser tu pretendiente inconfeso”.

La palabra “inconfeso” estaba subrayada.

CAIXABANK  Oficina Plaza Rovira. C/ Rabassa, 21 08024 Barcelona

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