Cotidianidad, enfermedad y muerte.

Cotidianidad, enfermedad y muerte.

El hospital, con sus grandes ventanas que parece que te observan desde que vas acercándote. Los tonos: amarillo y gris, café y azul. Las construcciones a la entrada obstruyendo el paso libre y haciendo toser el polvo. Sus rampas llenas de personas que comparten un mismo denominador. Cobijas, frio, y una cara de preocupación con una sonrisa automática. Sus rostros hablan de mas, puedes ver el nerviosismo de los familiares y esa felicidad de: “Podría estar peor” o “Algo bueno pasara”, “Dios sabe por qué lo hace”, porque no solo puede pasar, tiene que haber un porque para que sea más soportable, menos injusto. Tirados a un lado se observan vagabundos que se confunden con las personas que ahí se encuentran, como si quisieran perderse entre ellos. Solo se alimentan del calor colectivo, de la soledad conjunta.

Una niña llora en medio de todo el silencio. Una anciana toma entre sus manos un pan lo parte por la mitad y lo pasa a su viejito. Una señora habla en algo parecido al náhuatl; no importa el idioma, sabes que está contando como sigue todo o cuanto falta para que no siga. Entran los automóviles caros, los jefes ancianos, los estudiantes nerviosos y con hastío, los doctores y enfermeras impecables. Como si la diferencia estuviera en la ropa…

Pareciera que la ropa enferma, lo notas con las personas de adentro, las hospitalizadas. Incluso desde que llegan. Es raro encontrar una persona con un vestido hermoso en urgencias.

Camino hacia allá y lo noto, me vuelve la idea.

El recibidor no debe ser feliz, colores blancos y verdes opacos, veo a la trabajadora social seria pero amable. Da las noticas sin quitar la seriedad de la información y sin dejar que se hunda el familiar solo en nerviosismo. Para eso es esa sonrisa ensayada. Hay una fila sentada, esas urgencias que esperan mientras les toca su turno de ser urgencias. Esta una señora con dolor, con una playera café y sandalias, vuelve la ropa y la enfermedad, la asociación de mi mente, me fijo que no usan tacones. Dolor en la cara, y las manos tocando a veces lo que sienten que les lastima. No tacones, no zapatos de charol. Hasta el que no debía estar ahí, ése señor que parece que viene porque no quería ir a su trabajo tiene que poner esa cara. Tiene que tocarse el estomago.

Paso de ahí, no me toca estar afuera.7 am me toca tomar muestras, hacer indicaciones. Poner una sonda nasogastrica *Un tubo; delgado, transparente, entrando por tu nariz pasando por tu boca, los reflejos involuntarios, las nauseas, las ganas de vomitar y el doctor con una con una voz seria y condescendiente: -“Pase saliva, ya casi termino, ayúdeme.- Mientras se ahoga y lo único que piensa el paciente es… ¿Gracias?

A veces me gusta engañarme.

Tococirugía: embarazadas, problemas, sangrados. Claro antes  conocer a los pacientes que quedaron de la mañana.

Una vista rápida: señoras en dolo, por el mayor gusto de su vida, o el término del mismo. Realizar las indicaciones especiales de algunas. Estar al pendiente de las nuevas con gritos espectaculares y solamente 2 cms de dilatación. Su sufrimiento es tanto, su dilatación no es suficiente aun.

Y después cada 30 min el sonoro glutural y el inicio del caos.

¡Peri! Se escuchaba la voz de cualquiera que se diera cuenta. O la enfermera o un residente o un interno. Bastaban esas 4 letras para saber que un nuevo niño había decidido forzar a la madre.

Tenias aproximadamente 5 min.

Y había pasos a seguir: Gritar peri primeramente, reiteremos. (Perinatología) Entendiendo recién nacidos. Correr, lavarte las manos adecuadamente, vestirte, acomodar tu material.  Lavar, acomodar campos y esperar a dos cosas: o a que saliera después de eso o que por favor no saliera antes.

Cambio a cirugía, intercambiamos lugares varios compañeros. No me caen, fríos, pedantes inhumanos tantas veces. Humanos cuando se observan de lejos.

La cesárea dura 2 tiempos distintos. Lo complicada que es, perse, o lo torpe que sea el cirujano. Me toca uno torpe, es nuevo, es lento, y cambia las caras de los de alrededor. Otra vez una cirugía que debía durar 45 min aproximadamente durara quizá 2 hrs o más.

Siguieron los minutos. Aquí es donde se complicaron 2 cosas.

Camine como de costumbre a tomar muestras a varios niños para saber su tipo de sangre. Para ver que no hubiera problemas de compatibilidad con la madre y el padre.

Todos lloran, todas las madres se preocupan. Te miran como miraría cualquier animal a alguien que se acerca demasiado.

Esperar el resultado, lo de diario que podía variar.

Platicar con un amigo mientras, sobre el sufrimiento diario.

-Benjamín.- Adminístrale Misoprostol a la paciente de allá-.

Dijo un residente interrumpiendo, y ambos giramos la cara hacia donde apunto la mano de la residente.

-Ahora vengo-, me dijo mi amigo y corrió a darle el medicamento para que terminara de arrojar cualquier tejido que hubiera quedado de su lamentable aborto.

Volvió y sonrió.

La residente siguió los pasos, pero reacciono lento. Supongo que creyó que no podía pasar.

Lo explico su cara. Ambos confusos, y pensé lo mismo mientras ella hablaba.

-Benjamín ¿A qué paciente le diste las pastillas?-

Benjamín señalo la cama del fondo.

Y  el caos volvió como si hubiera estado esperando el silencio justo.

La paciente tuvo un lavado gástrico gratuito. Y la preocupación de poder perder su bebe.

A las 8 pm fue cuando se administro un medicamento para abortar a una embarazada sana…

Yo me fui de ahí a checar los resultados de mi último paciente pendiente y a correr por última vez en el día. El resultado fue positivo. Su sangre estaba rompiéndose.

Afortunadamente este  niño a las 9 pm. siguió vivo. A las 9 pm. también se estaba haciendo un certificado de defunción en otra habitación.

Sabes…ayer mataron  a un niño. Diría una enfermera a otra al día siguiente.

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