Así se denominó una muestra sobre Roberto Arlt que hace algunos años organizó el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional Argentina.

Las obras de Arlt -al igual que las salas de ignotas bibliotecas- están pobladas de oportunistas, desdichados y mesiánicos… y parece que la Hemeroteca de Mar del Plata no es la excepción.Nunca hice terapia, pero voy a tener que replantearme esa decisión.

Por lo pronto, le escribí a un amigo psicólogo.  A él también le relaté que los funcionarios de turno prohibieron el uso de una máquina expendedora de café que la Asociación Amigos había instalado para proveer, con una parte de la recaudación, papel higiénico y jabón líquido a los sanitarios públicos. 

Este relato no participa del Concurso, es un obsequio complementario del cuento LA MÁQUINA DE CAFÉ. Espero que lo disfruten! Vanesa

Estimado Licenciado:

Tengo el gusto de dirigirme a Ud. en su calidad de entrañable amigo, pero también de prestigioso profesional.  Necesito orientación, pues la angustia existencial me invade ante la imposibilidad de descifrar los insondables misterios de la mente humana.

Usted sostiene que no he desarrollado en todo su potencial mi talento para las letras: he aquí entonces mi primera contribución escrita, para que el paso del tiempo no desdibuje el recuerdo de estas impactantes experiencias.
Para que este material pueda ser utilizado en foros de discusión, mesas redondas, congresos y exposiciones, intenté ser lo más objetiva posible y preservé la identidad de las personas involucradas.
               
TÍTULO :  ALUCINACIÓN
FECHA: período comprendido entre el 02 y el 25 de febrero de 2015.
LUGAR: Servicio de Hemeroteca de una feliz ciudad balnearia.
PERSONAJES:
  LECTOR:  Gustavo M.
  HERMANO DEL LECTOR: Daniel M.
  GUARDIA:  César S.
  RESTAURADORA: Nazareth D.
  BIBLIOTECARIA: Vanesa M.
SITUACIÓN/CONFLICTO:  02/02/15: Se reanuda el servicio de consulta de diarios después del receso estival.  La afluencia de público es elevada.  Una usuaria se acerca al encargado de seguridad del edificio, para manifestar que había visto a un señor arrancar y robar hojas de los tomos de diarios. Lamentablemente se elevó la acusación cuando el ladrón de información ya se había retirado.
06/02/15:  En medio de una intensa circulación de gente alrededor de las mesas de consulta, otra usuaria descubre que un señor arranca y guarda algunas hojas de los ejemplares encuadernados.  Discretamente informa al guardia de la situación. El guardia instruye a la bibliotecaria.  La bibliotecaria pone en duda la acusación:  el supuesto reo es un investigador educado y correcto, con ciertos rasgos de pusilanimidad; autor de varios libros y viejo concurrente a la hemeroteca. 
El guardia amenaza con remediar la tesitura sin pérdida de tiempo.  La bibliotecaria decide entonces convocar al implicado en privado, a fin de no exponerlo penosamente frente al resto de los asistentes. 
En la intimidad de la oficina, ante el planteo de la bibliotecaria, el lector reconoce rápidamente su culpabilidad.  Admite que es cleptómano; que se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico; que estuvo internado por haber agredido físicamente -con intenciones homicidas- a su madre;  que lo jubilaron anticipadamente como empleado bancario y que le confesó sus ruindades a un renombrado párroco.  Reconoce que necesita ayuda para lavar sus culpas y obrar con rectitud, pero sólo cuenta con el auxilio de su hermano… que es alcohólico.
Superado el estupor inicial, la bibliotecaria le informa al lector que -según el reglamento- debería prohibírsele eternamente el ingreso a la hemeroteca.  Sin embargo, resuelve darle una oportunidad para reparar su falta:  le ofrece devolver las hojas arrancadas y costear el trabajo de restauración.  El hombre, agradecido, acepta inmediatamente el trato y regresa a la sala de consulta munido de un cuaderno borrador y una birome (facilitados por la indulgente bibliotecaria para que no vuelva a tropezar con el pecado de la tentación).
09/02/15:  El lector se presenta a primera hora de la mañana con una gran bolsa.  La bibliotecaria supone que contiene las hojas birladas a la colección.  ¿Verde, azul o rojo? pregunta el hombre después del saludo de rigor.  ¿Ese es el material para reparar? responde la mujer.  No -dice el lector-  primero le voy a sacar fotocopias, pero dentro de un par de semanas, porque antes tengo que viajar… ¿Rojo, azul o verde?  Azul, resigna la bibliotecaria.   El caballero busca entonces dentro de la bolsa y selecciona una cobaltada alcancía porcina, en la que introduce un billete de $5 y se la ofrenda a la dama.
24/02/15:  El lector acude acompañado por su hermano.  La bibliotecaria estaba aprestándose para salir a buscar el ejemplar del día en la agencia local.  Regresa entonces a la sala para facilitarle al bandido el material que deseaba consultar, recordarle la metodología reparatoria que habían acordado y recibir de sus manos un inmenso sobre… con cincuenta amarillentas hojas de periódicos mutilados.  
Consciente entonces de la magnitud del daño, que evidentemente se venía produciendo desde hacía larga data, la bibliotecaria vuelve a salir y le recomienda al guardia particular atención.
En la vereda aguardaba el hermano del susodicho, quien aferrando un rosario entre sus dedos, le relata las penurias padecidas por los crispados ataques del enfermo y sus impetuosas internaciones psiquiátricas. Agradece la mediación de la bibliotecaria en la resolución del problema del pillaje de diarios. Le dice que un par de semanas atrás, su hermano había retornado al hogar en un estado de serenidad inusitado, que voluntariamente pidió ser internado… y que manifestó que debía expiar sus pecados porque había recibido un mensaje divino: contó que experimentó la aparición de la Virgen Vanesa, quien con infinita dulzura, compasión y misericordia le brindó la posibilidad de enmendar sus faltas y hacer el bien (¿!).
25/02/15: La bibliotecaria acuerda una entrevista entre la restauradora y el lector para coordinar cuestiones operativas y presupuestarias relacionadas con el arreglo del material lesionado.  El lector acepta las condiciones y brinda un consejo de preservación del papel antes de retirarse: «Ustedes van a pensar que estoy loco, pero si guardan hojas frescas de laurel entre las páginas de los diarios, van a evitar que se oxiden».  Cumplido, archívese.

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