No hay absurdo que no haya sido apoyado por algún filósofo

Cicerón

    Onofre Ruiz, agricultor jubilado, sesteaba plácidamente en un banco del parque cuando un repentino traqueteo lo devolvió a la realidad. Aún amodorrado por la neblina del sueño, confirmó la llegada de un diminuto y destartalado camión en cuyas puertas podía apreciarse, mayúsculas con escudo, un solemne membrete:

EXCMO AYUNTAMIENTO

DE

ABSURDALIA DEL CAMPO 

    Lejos de la molestia, Onofre agradeció la forzada vela. «Mejor. Así me ahorro tener que buscar una obra con la que distraerme», se dijo.

    Estacionado el vehículo junto a un parterre próximo, se apearon dos jardineros y empezaron a descargar algunos útiles. Acto seguido, descendieron también un arbolito hasta depositarlo sobre el césped, en un punto, según parecía, ya convenido.

    «Van a trasplantarlo…».

    Uno de los hombres cogió una pala y empezó a cavar.

    «Maneras tiene. Ganas, pocas. Se ve a la legua».

    Decenas de minutos después, el renuente zapador dio por concluido el oportuno agujero. Su colega, que había estado todo el tiempo fumando apoyado en otra herramienta, tan contemplativo como el propio Onofre, también finiquitó una reciente conversación telefónica.

     Intercambiaron unas palabras y el primero, todo ademanes, dio claras muestras de enojo. El segundo, conciliador, intentó apaciguarlo sin demasiado éxito antes de coger su propia pala y empezar a rellenar, sin más, el hueco.

     «¡¿Y el árbol?! ¡Madre mía, estos del ayuntamiento cada día están peor!».

     El campesino fue hasta ellos:

     –Perdonen… Les he estado observando y me pareció que iban a trasplantarlo –consultó Onofre señalando el vegetal.

     –Y así era –informó el segundo clavando la pala con evidente fastidio –. Pero, qué ocurre. Pues que el protocolo de plantación de árboles requiere tres operarios para realizar la tarea. Y el compañero responsable de meter el árbol en el agujero resulta que hoy, precisamente hoy, se ha tomado el día de asuntos propios. Así, sin avisar ni nada.

     –Y… Digo yo… ¿No pueden meterlo… ustedes? –avanzó Onofre, tan cauteloso como perplejo.

    –¡No, hombre, no! –exclamó el otro interviniendo –. No se moleste, caballero, pero cómo se nota que no es usted funcionario. En la Administración Pública todo viene establecido por el procedimiento de turno. Lugar, tiempo y forma: dónde, cuándo y cómo. Sáltate eso y todo se va al garete.

     –P, pero su sistema es… es… poco práctico. Y el árbol, con perdón, es una birria: apenas una escoba con cuatro ramas. Cualquiera…

     –No insita. Como bien dice el compañero, el procedimiento es el procedimiento y nuestra obligación es acatarlo. El pragmatismo, creo que se dice así, es cosa de los técnicos. Y donde hay patrones y técnicos no mandan marineros ni jardineros.

     El primero, más distendido, celebró la ocurrencia.

     –Y ahora, si nos disculpa… –informó aquél soltando la pala y dirigiéndose al camión.

     –¿Ya se marchan? Un momento, esperen… ¡Señores funcionarios, que se olvidan el árbol y las herramientas!

     –No, no se preocupe: no nos olvidamos nada –informan ya instalados en el vehículo, a través de la ventanilla –. Recoger las herramientas y plantar el árbol o volverlo a cargar, por el motivo que sea, es misión del tercer compañero. Y ya ha visto que…

     –…está de asuntos propios –acabó Onofre, patidifuso –. Y como lo dice el procedimiento…

     –¡Sí, señor! Veo que lo ha entendido. Ya volveremos cuando estemos los tres de servicio.

     –¡¿Y no les preocupa un posible robo?!

     –Pues no, claro que no: para eso está la Policía Local de Absurdalia del Campo y su magnífico procedimiento policial.

     «¡Y hablan en serio! ¡Juraría que hablan en serio!».

     –¡Pues yo voy a pedir que cambien todos esos procedimientos! ¡Tenga que seguir el… que tenga que…! –se interrumpió Onofre advirtiendo la paradoja. Se sintió confuso, estafada víctima de un tahúr invisible.

     –Está en su perfecto derecho. Pero no creo que sirva de mucho su petición. Al menos, de momento.

     –¿Por qué? ¿Acaso el responsable de resolverla también está de asuntos propios?

     –No, señor: hoy es su primer día de unas largas y merecidas vacaciones.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus