Gracias, «sastrecillo» que vive al final de mi calle, por remendar esa blusa que se me enganchó con un pomo el primer día que me la puse. ¡No soy capaz de encontrar dónde se rompió!

Gracias, fontanero, por asegurarte de que el calentador de mi casa funciona como tendría que funcionar, ¡ya sabes que aquí no tenemos ni idea de qué tendría que hacer!

Gracias, dueño de la cafetería al lado de mi casa, por hacerme sonreír aunque tenga un mal día. ¡Aún recuerdo cuando me ofreciste un caramelo diciéndome que era sin azúcar y luego dijiste que era mentira! Como te reíste de la cara que puse.

Gracias, Bea «La Limpiadora», por mantener el edificio de mi Universidad tan limpio y por tener tanta paciencia con nosotros. ¡Sabes que sin to todo estaría hecho un asco!

Gracias, Marga, por ayudarme a ponerme en forma, y por las incontables charlas sobre mantener la forma física y la alimentación que me has dado. ¡Sin ti me sentiría tan perdida en un gimnasio que lo abandonaría!

Gracias, Ruth, por todas las clases de piano que me has impartido, y por las ganas que demostrabas de enseñarme obras nuevas. ¡Nos conocemos desde hace más de 10 años y aún no te has rendido conmigo!

Gracias, Mari Ángeles, por las incontables clases de matemáticas y ciencias. ¡Sin ti no habría aprobado cuarto de la ESO!

Gracias, familia de Mónica, por mantener vuestra frutería abierta. Aunque la competencia sea feroz hoy en día, sabéis que vuestros clientes no os abandonamos. ¡Y vuestros espárragos están buenísimos!

¿Por qué parece que hoy en día es más importante tener un grado universitario? ¿Por qué se menosprecia a los oficios? ¡Es más probable que necesite a un fontanero que a un abogado!

¿Por qué se están perdiendo tantas cosas buenas «del pasado»? ¿Por qué parece que está todo avanzando tan rápido? Tengo miedo. Mucho miedo. Aún siendo casi del Nuevo Milenio, todo está yendo demasiado rápido. Incluso para mí.

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