Los cuatro se sentaron a la mesa con movimientos precisos y estudiados fruto de una buena educación, se miraron y uno de ellos con gesto de autómata consultó su reloj lanzando una mirada tranquilizadora al grupo.
Enrique, sentado a la izquierda de Mario fue el primero que habló y lo hizo con el ya conocido estribillo de las cotizaciones en bolsa, tema preferido por él cada vez que los espacios de tiempo en silencio se prolongaban más de lo habitual, sus acompañantes intentaron prestar atención al discurso tantas veces repetido. —No debemos olvidar que la urdida trama bursátil llevada a cabo por el grupo multinacional ECLO, ha dejado hundidas a todas las empresas que ayer mismo eran dueñas del mercado—.
Jaime, a la derecha de Antonio interrumpió alzando un poco la voz para dar un giro sutil a la charla. —Espero que el menú de hoy cuente con los ingredientes adecuados que exige la buena comida, porque últimamente se están notando algunos puntos poco acertados en las diferentes combinaciones—.
—Hay que reconocer que eres un sibarita en lo que a comida se refiere—, dijo Mario esbozando una sonrisa, a lo que Jaime contestó, paseando la mirada por el entorno buscando justificación para su futuro argumento.
—Aprendizaje y recuerdos de la niñez que siempre tengo presentes, y con la sola mención de estos hechos, evoco a mi padre y lo veo entrando presuroso a unos de sus tantos restaurantes sin mirar a nadie y dirigirse a la cocina, y una vez allí, destapar las cazuelas y ollas para probar todas y cada una de las comidas que se preparaban, recuerdo que en más de una ocasión, despidió a cocineros por omitir un toque de cúrcuma o una hoja de laurel a las recetas pertenecientes a su madre que el sabiamente supo trasladar a su cadena de restaurantes, mi padre fue un defensor a ultranza de la buena cocina tradicional…—
La frase de Jaime queda en el aire, oficiando de prólogo a la mesa ya servida y es en ese momento cuando los cuatro se disponen a comer sin abandonar la charla, permitiéndose turnos entre sí, como si fuera un acuerdo a cuatro partes.
Antonio con la mirada fija en su plato, con ademanes estudiados y haciendo uso de una extraña habilidad a la hora de usar los cubiertos, comienza a formar pequeñas y cuidadas raciones, sus acompañantes, por más que hayan visto muchas veces ese ritual no pueden dejar de admirar la paciente obra. En un momento dado y apartando los ojos de su plato pregunta: —¿han oído sobre el descubrimiento accidental de un nuevo semiconductor que está formado por silicio común bombardeado con cenizas de ámbar? — . Y sin dejar responder a quienes lo rodeaban, explica. —Hace unos días en un laboratorio experimental, practicaban un ensayo rutinario utilizando altas temperaturas para someter un trozo de silicio al punto de fusión cuando de unos de los objetos de manipulación, se desprendió un minúsculo trozo de ámbar de una prueba realizada con anterioridad, los ajustados plazos de entrega que llevan a las prisas no permitieron percatarse de las herramientas contaminadas. Al poco de ir elevando la temperatura fue cuando comenzaron a percibir unos destellos amarillos como señal de descomposición, algo que resulta inusual en la fusión de los sílices, y como estos experimentos no pueden detenerse por estar programados, observaban que el silicio adquiría una fina capa negruzca en su exterior, cuando por fin se llegó a los mil cuatrocientos catorce grados C, dieron por concluida lo que parecía ser una de las tantas pruebas fallidas. Al otro día en el departamento de análisis, el trozo negruzco de silicio que llevaba el nombre de U-KL73, fue sometido a las pruebas de rigor tal cual se acostumbra. Con los resultados en sus manos, los expertos no daban crédito a lo que leían, al parecer el trozo de ámbar sometido a una temperatura cinco veces superior a su punto de fusión, desencadenó una modificación molecular que permitió el perfecto dopaje del silicio, dando paso a uno de los mejores semiconductores creados por el hombre, ya que esta nueva estructura molecular que cuenta con cientos de miles de millones de circuitos interactivos y enlazados entre sí, hará posible la nanotecnología dentro de la propia nanotecnología—.
—Eso quiere decir que en poco tiempo, podremos tener el móvil y todos nuestros dispositivos electrónicos en un solo chip e implantado en la base del cráneo—, bromeó Jaime.
—No creo que sea así como dices, pero supondrá un avance en muchas áreas, concretamente en la exploración médica—, contestó Antonio dando por zanjado el tema mientras terminaba de comer.
—Estos momentos que compartimos en torno a la mesa son para mí una fuente inagotable de conocimientos— dijo Mario con un hilo de voz apenas audible, reflejando claros indicios de que se avecinaba la digestión.
—Fueron tantos los años en que permanecí abocado a diseñar planos y a embellecer estructuras como me lo exigía mi profesión, que olvidé existía otro mundo que no fuera ese, también olvidé que existían otras personas…—. Y quedó mirando al vacío, con la frase inconclusa pegada a sus labios.
En torno a la mesa y durante unos minutos, se hizo un pesado y cansado silencio que solo fue interrumpido por un estridente timbre que retumbó en el recinto. Los cuatro se incorporaron casi de un salto, se miraron y uno de ellos con gesto de autómata, consultó su reloj lanzando una mirada de resignación al grupo.
A los pocos minutos, cada uno ocupaba su puesto en la larga y anónima cadena de reciclaje de residuos.
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