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Erase una vez, hace muchos años, nacía en un pequeño barrio de la Barcelona profunda, una tienda de juguetes llamada Bubub. La Bubub la regentaba una joven a la cual le entusiasmaba confeccionar peluches exclusivos y artesanos;como tal, en la tienda podías adquirir cualquier producto para deleitar a los mas pequeños, sin embargo, eran los muñecos su principal fuente de ingresos.

La expansión de los comercios de todo a cien, hizo declinar su negocio; pero ella perseverante, continuo realizando sus peluches añadiéndoles hermosas plantas.

La dura competencia con precios irrisorios la tenían en incertidumbre, cerrar o no su negocio y mientras vacilaba una sentencia , el destino aflojo la soga e hizo que entrara en su vida el caballero agricultor, del cual se enamoro. Pasado un tiempo consolidaron su relación y más tarde llego, el pequeño Martí,para  júbilo de la pareja.

Ya tramitando el cierre de la tienda, se les ocurrió a la pareja, mezclar las plantas con algunas de las verduras que Joan cosechaba en el campo, para luego ser vendidas en los mercados.

Así transformaron Bubub, en lo que hasta al día de hoy, funciona como verdulería, frutería de cosecha propia y de proximidad, con un grado aceptable de éxito .

Yo conocía a Isabel del barrio, pero fue cuando empece a comprar las canicas para mi hijo y posteriormente vernos regularmente en la escuela,que fue in crescendo la amistad.

En el año 2007 encontrándome sin ocupación, Isabel me propuso trabajar con y para ella y aunque al principio reconozco que era reacia a tal propuesta, acordamos que si se enturbiaba nuestra amistad al trabajar conjuntamente, la solidez de la amistad siempre estaría por encima de lo laboral

Y he me aquí, en una tienda sita en el barrio que me vio crecer; como clientes, los vecinos que sorprendidos hacen chanzas inocentes, a la vez gozosos de serviles con toda camaradería.

Prestando oídos a mil historias, entre la diversidad de las verduras y frutas del campo; pero las mas significativas, como no, la de mis queridas clientas veteranas, muchas de ellas ya no están… pero siempre morara en el mismo rincón,la deslucida silla metálica, donde se arrellanaban mientras contaban sus soledades y con un matiz de psicología , les dábamos un soplo de compañía.

Recuerdo a Maria, que cada vez que le subía la compra al cuarto piso sin ascensor, me esperaba en la puerta con el asiento dispuesto a darme el aire que me habían robado los escalones, (aprovechando ella el tris, para conversar ,encandilando al tiempo con sus monólogos¡que apuro ingrato..tener que atajarla para seguir con mis tareas!)

La señora Pepita.. ¡puro nervio! Ella misma, durante años, agarraba su compra ascendiendo al quinto piso ( sin ascensor) hasta que un maltrecho día, sus piernas la encarcelaron vetando-le el derecho a volver a salir a la calle. O la Montserrat,una señora con carácter ácido que te provocaba sudor frio al despacharla,sin embargo,escondía una llama de candidez cuando lograbas ganarte su corazón. Tantas mujeres y hombres tuvieron que apoyarse en nuestro buen hacer ,sabedores de que sus gastados huesos no osaban aventurarse con escalinatas interminables ,en edificios maltrechos… Que pocas de aquellas personas nos quedan ya….podría enumerarlas con los dedos de las manos;no obstante, todas ellas viven en mi memoria. Y no puedo pasar por alto a la señora Angelines, una mujer en silla de ruedas, que reside bastante alejada de la tienda, un voluntario social se ocupa de aproximarla todos los jueves; es la alegría personificada, a sus mas de noventa años, sus hobbys son; leer , elaborar colonias con frescas plantas y largos coloquios caseros con amigos que la van visitan (puesto que unicamente puede salir una vez por semana.) Es tan vital, tan envidiable, que se a convertido en persona referente de como quisiera verme cuando alcance su edad.

Hoy día, la mayoría de nuestros clientes son jóvenes, casi todos vienen en busca de la producción integrada o ecológica,evitando aquellos que llevan pesticidas; a pesar de que por demanda también existe el apartado de la abacería fuera de temporada.

La gran protagonista es la pluralidad que habita en la tienda, nos visitan clientes de cualquier trazo del mapa ,convirtiendo el negocio en una escuela de aprendizaje mientras los avías de productos sanos y propios.

No tengo dudas cuando barrunto que Bubub, es una tienda especial;combinación de sustento y pinturas creadas por la propietaria. Amenizando la espera , puedes observar un cuadro de unas manos pelando cebolla o la gran catedral de Barcelona orlada por paraditas navideñas.

Llegando la navidad puedes ver, a unos reyes magos en bicicleta o aparcando sus camellos a la entrada ,adquiriendo hortalizas y portando las en sus zurrones. Pinturas convertidas en un clásico que se aprecian año tras año.

Una colección de fotografías del campo,revisten las paredes,combinándolas con recetas o dibujos cedidos por los propios clientes,los cuales posteriormente se guardan con recelo.

Dejando aquí mi legado, solo me resta comentar, que, posiblemente poseía la facultad para ejercer otro empleo,dijéramos…mejor remunerado; mas, no me pesa en absoluto haberme afincado en una tienda pequeñita, en un pequeño barrio, oliendo a verdura fresca y albahaca.

Agradecida a Isabel, la cual me dio la oportunidad de vivir unida a las personas, a Eva, compañera inseparable y amiga de mil anécdotas y a mis clientes por ser la esencia de la tienda Bubub.

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