El punto de no retorno

El punto de no retorno

Paula

16/05/2016

desempleados_ugt_ls_230720104.jpg

No puedo escribir acerca de ningún trabajo porque no lo tengo. Hace demasiado tiempo que no lo tengo y quizás  no lo vuelva  a tener nunca. He intentado mantener alejados de mi mente estos pensamientos tan oscuros. He luchado contra ellos despeinándome en el fragor de la batalla. Pero regresan a mi como los comensales a la mesa de Navidad. Así que ahora los abrazo y los aprecio. Son, de momento, mis más fieles compañeros.

Paso muchas horas del día mirando a un punto fijo en la pared. Es un punto que se ubica a medio camino entre mi persona y el mundo laboral. A veces está en el techo, lo miro durante horas. Hasta que llega el momento de comer. Mi primera obligación del día.

Otras veces ese punto está detrás de la pantalla del ordenador. Detrás de las ofertas de empleo que miro sin ver, que leo sin pestañear. Suerte de palabras desmañadas y vacías. Enumeraciones de requisitos y condiciones. Carentes de sentido para mi mente embotada. Piden mucho, dan poco.  No son nunca para mí. Aun así lo intento en todas. Casi me calma observar cómo me devuelven generosas esa palabra con la que también he hecho buenas migas estos dos últimos años: Descartado.

Me paso los meses esperando esa casualidad que me arranque el hastío a jirones. Nunca llega.

A veces el punto fijo que tengo ante mis ojos se mueve y se ancla en el techo de mi habitación. Esos días no me tengo que levantar de la cama para poder observarlo. Me da el lujo de dejarse contemplar desde mi guarida, bajo las sábanas.

Algunas mañanas aún trato de leer los mensajes en mi móvil. Pero vienen de lejos. De muy lejos. De personas que están viviendo ahí fuera, en el mundo laboral… y se quejan de sus horarios, de sus jefes y su rutina. No los contestó. Son interferencias en mi realidad, en mi monótona seguridad.

Escucho charlas motivacionales, oradores profesionales. Los escucho de verdad. La actitud es lo más importante. Multiplica tus habilidades. La mía no es la correcta , eso seguro. Debe estar multiplicando por cero todo lo demás. Pero me he cansado poco a poco de intentarlo sin respuesta. Hace demasiado tempo ya que no me dan una palmada en la espalda.

El punto al que miro sonriendo a veces me devuelve la sonrisa. Y hasta me guiña el ojo. Me hace saber que pese a todo él está aquí conmigo. Que no me abandona como los planes a los que tengo que renunciar cada día porque el desempleo me arranca cualquier posibilidad de realizarlos.

Me estoy volviendo gris. El color de mi pie  antes rosado ha mutado. Soy del color casi invisible del polvo que recubre las paredes de mi cárcel. Pienso demasiadas veces en cuál fue el error, en qué pude fallar para que el mundo laboral no me quiera dentro de él. Nunca hallo respuestas. Así que como. Beber sería un vicio demasiado caro en mi situación.

Es curioso como mi zona de confort se ha reducido a las paredes de mi casa. Siempre pensé que una zona de confort era un lugar en el que uno se sentía feliz….

Al irme a dormir siempre considero la opción remota de volverme optimista. Como era antes. Hace dos años. Como era cuando aún  tenía mi color de piel rosado,  y mis planes, y mis quejas acerca de mis compañeros de oficina. Cando aún el mundo me quería y no me sentía desahuciada  por la sociedad. Pero la posibilidad se desvanece cuando cierro los ojos.

Al abrirlos una mañana más el punto está ahí, despertándome con su insondable profundidad. Será probablemente lo único que mire en el día.

trabajo_(2)6.jpg

 

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus