“Es una lata, el trabajar. Todos los días te tenés que levantar. Aparte de eso, gracias a Dios. La vida pasa felizmente si hay amor”
Cada vez, que perezosamente, debía levantarme para ir al trabajo, el estribillo martilleaba mi cerebro, y así, medio dormido, soñando que la vida pasa felizmente si hay amor, consumía mi café a lentos sorbos, engullendo pensativo, una a una, las tostadas untadas con la mermelada de turno que me había preparado mi querida vieja, repitiendo “la rutinaria tarea de cumplir con mi deber”
–“El trabajo dignifica…” – Solía decir mi padre.
–“El trabajo es salud…” – Remachaba mi madre.
–“El trabajo es la base de toda riqueza…” – Supe escuchar por ahí, de algún aventurado político.
Sí, sí, sí… Todos ellos podrían tener algo de razón.
El consejo de mi padre mantenía una cierta relación a su experiencia: había entrado a trabajar de mozo siendo un chaval (en una empresa actualmente desaparecida) y se jubiló siendo el gerente de la misma. Eso le permitió formar y mantener a su familia con cierta dignidad. A nosotros, mis dos hermanos y a mí, nos dio la posibilidad de formarnos profesionalmente. El mayor: abogado, el segundo quiso ser mecánico y yo para no ser menos, me recibí de arquitecto. Con eso ya los tres teníamos el futuro asegurado, (según el pensamiento de mi viejo) hecho que le hacía sentirse muuuy orgulloso…
Con respecto a mi madre, (ama de casa) en su dicho quizás también había algo de razón. Jamás la sentí quejarse de algún dolor, no existía para ella el cansancio y no paraba nunca con los quehaceres de la casa. Amén de criarnos y soportarnos, también nos ayudaba en los deberes del colegio. Y así, hasta la hora de recibirnos; pero a decir verdad, siempre nos siguió malcriando, sin ocasión de enfermarse nunca…De ahí, “el trabajo es salud”. -Pensé-
Y con respecto a la oratoria del político… cabría quizás la razón de su discurso, si nos hubiese aclarado que la riqueza originada por el trabajo, iría a engrosar solamente el bienestar de su patrimonio.
¿Y el amor del que hablaba la canción…? ¿El que esperaba ansioso con mis veintinueve años cumplidos y varios fracasos sobre mis espaldas? ¿Dónde estaba en aquellos momentos?
*Luisito, me diste un motivo para soñar. Por desgracia hasta ese momento, solo se quedaba en sueño… A esa edad con toda mi potencia de toro reproductor, el amor me estaba haciendo “pito catalán”, como solía decir mi querida abuelita venida de Italia desde muy pequeña, ¡Dios la tenga en su santa gloria!
¡Claro! El trabajo en esos momentos era muy importante para mí, y más, cuando recibía la ansiada paga, (que dicho sea de paso, ya ni recuerdo cuánto era), sólo sé que en tan solo tres días, los bolsillos me quedaban flacos. Una parte le daba a mi vieja, otra, la destinaba para comprarme algún capricho y el resto lo tenía que medir muy bien, para poder llegar hasta la siguiente soldada con la mitad de un paquete de cigarrillos. Vicio que tres años más tarde hube de abandonar, no por voluntad propia, sino por pura necesidad… Me quedé sin laburo.
-¿Un arquitecto sin laburo?
– Sí… porque el único trabajo que había logrado conseguir a pesar de mi título, fue el de repartidor de pizza en un restaurante italiano.
-El trabajo dignifica… -¡Ha!
-El trabajo es salud… -¡Pobre vieja! El reumatismo: la ciática, la miopía y la sordera, hoy la tienen a mal traer…
-El trabajo es la base de toda riqueza… – Claro, hoy el político anda en coche nuevo: tiene dinero en paraísos fiscales, una mansión en Grecia, otra en Miami y su humilde casita aquí, en nuestra ciudad, valorada apenas en dos millones de euros.
“Aparte de eso gracias a Dios, la vida pasa felizmente si hay amor…”
Hoy en la actualidad y ya con treinta y dos años, mi trabajo consiste solamente en regalar amor… Esperando encontrar algún día ese bendito laburo: que me dignifique, me dé salud y me enriquezca.
¿Ustedes creen que lo encontraré?
¡Ah! Se me olvidaba. Mis hermanos, el abogado y el mecánico, también están buscando lo mismo…
-¿Y mis viejos? Bueno, mi padre desgraciadamente falleció hace poco más de dos años, y mi madre, aun nos sigue manteniendo gracias a la pensión de su malogrado marido. En definitiva: aquí estamos los cuatro, compartiendo el único legado que nos dejó: el respeto, la honestidad, su orgullo y la dignidad de su trabajo.
-A propósito, ¿Conocen ustedes la letra del tango “Cambalache”?
*Luisito, (Luis Aguilé)
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