El aroma de mi felicidad.

Todas las mañanas, en la panadería familiar, me despertaba con ese delicioso aroma que inundaba nuestra casa. El pan tiene un olor mágico, un aroma indescriptible que atrae no solo a una, sino a muchas personas.

En las mañanas, nuestra panadería siempre estaba llena, así que siempre pensaba: «¿Tiene el pan alguna magia?»

Cierto día les pregunté a mis padres cuál era el secreto para que el pan tuviera ese olor.

Ellos rieron y mi mamá me respondió que solo se necesitaba hacer con mucho cuidado la mezcla, combinar los ingredientes con felicidad y amasar con mucho amor. Ella me explicó que la magia para que el pan tuviera ese aroma era pensar en las personas que quieres que prueben un pedazo de tu pan horneado, lleno de alegría y sobre todo algo que has hecho con amor.

Sin duda, ese día entendí que el olor a pan recién horneado era el olor de la felicidad. Muchas personas que pasaban por nuestra panadería, al entrar, nos saludaban amablemente y decían: «Voy a llevar pan a mi familia».

El pan es vida, es compartir algo que amas con otras personas. El pan no es más que una magnífica obra que hacemos con esmero y amor. Es más que un alimento, es un sello familiar, de hogar, amor, esperanza y felicidad.

Un pan que se hornea con amor es capaz de abrazar a una familia, puede ser el calor del invierno y lo que uno necesita en momentos de tristeza.

Ahora, cada vez que paso por una panadería, siempre recuerdo que el pan es el olor de mi hogar.