Los libros no se hacen duros como el pan, se llenan de polvo y con suerte no son victimas de la humedad ni del sol. Erase una vez que pretendía armar una biblioteca enorme para poder mostrar a los otros mi intelecto y adoración literaria, con el tiempo hice de mi biblioteca algo personal e intimo, fui seleccionando aquellos títulos imprescindibles por el autor, la historia o sencillamente por detalles como el encuadernado y diseño, aunque si al final y principalmente: por el autor.
Reduje el número de ejemplares a una cantidad posible de guardar en una maleta grande, suponiendo que mi ciudad fuese blanco de un ataque nuclear, invasión alienígena, estampida zombi o simplemente una mudanza o que me diese por emprender un viaje vertical sin intenciones de retorno. La maleta pesa como una tonelada, pero en mi mente debo llevarla conmigo hasta el ultimo día.
Actualmente está dividida la opinión de la sociedad por el contenido de los libros que el gobierno entrega para la educación pública, yo opino que no deberíamos preocuparnos ya que los jóvenes ni leen, así que están inmunes al dogma. ¿He preguntado a un grupo si conoce algo de Borges y me han mirado con cara de what? Ya escribió Bolaño que “dentro de mil años no quedará nada de cuanto se ha escrito en este siglo. Leerán frases sueltas…”
Así como esas frases sueltas a mí me vienen fragmentos de tiempo y memoria, trozos de pan que quedan sobre la mesa y ya nadie reclama.
Me vi amasando sobre el tablón, sacando las piezas del horno, mirando tu sonrisa al probar ese pan. También vi a la abuela dándome monedas y diciéndome que piezas de pan elegir del expendio, aquellas calles, esos años, esos seres fantasmas convertidos en polvo y moho que se adhieren a mis huesos y cerebro.
“que con su pan se lo coma” que se las arregle como pueda, “¿a quién le dan pan que llore?” todo mundo es sobornable… la vida esta ligada al pan no solo de forma literal sino contextual y culturalmente. Para mi son recuerdos de esa infancia temprana: caminar al lado de la abuela para ir a comprarlo, morderlo y sorber esa infusión de café con piloncillo y canela, ese lugar, ese santuario, ese rincón del mundo que ya no existe para mi ni para nadie, simplemente desapareció para siempre como desaparecen los expendios de pan y son reemplazados por enormes panaderías de pisos lustrosos y personal uniformado con anaqueles donde el pan viene empaquetado de forma individual en bolsas de celofán.
Cumplidos los quince decidí escapar de casa, puse en mi mochila algunos libros y una caja de galletas de higo, solo comí algunas porque perdí la caja en el camino, así como he perdido tantas cosas más, el camino no se acaba, los panes sí.
En el colegio se contaba un chiste “¿Cómo metes a veinte niños africanos en un vehículo pequeño? Pones un pan en el auto” eran tiempos donde no existía lo correctamente dicho, hoy día no puedes decir piel roja o negro o maricon sin que se te juzgue y señale.
Recuerdo otro chiste” Cristo le comunica a sus discípulos que caminaran hacia la cima del monte, que tome cada cual una piedra y la lleve consigo, todos eligen tremendas rocas y Judas, muy listo decide hacer el mínimo esfuerzo y elige una piedrilla que lleva en la mano, al llegar a la cima Cristo convierte en pan las piedras de cada uno para que se alimenten…”
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