Reivindicó los batallones patriotas, de entre diez y veinte millones de neuronas que eficientes mandan impulsos nerviosos al bulbo olfatorio.
Reivindicó, los olores que te hagan sentir, vibrar, que estimulen los sentidos antes y después de saborearlo.
Como el del pan, el casero, el de pueblo, el de toda la vida. El pan imperfecto a la vista y perfecto en el gusto.
El pan amasado con amor, de manos curtidas y experimentadas.
Donde la masa madre sea el corazón.
La fermentadora en los cajones de madera su reposo.
Y el horno de leña, el sello de autenticidad.
Reivindicó el olor de antaño, el inconfundible y artesanal que sin darte cuenta estimula la mente y el cuerpo teletransportándote al pasado.
El que te hace sentir la fuerza en su corteza y la ternura esponjosa de su miga.
Que salives antes de probarlo y al introducirlo en tu boca sientas que es aún mejor de lo que pensaste.
Reivindicó el olor a hogar, que desprende el pan cuando entras a un HORNO DE PAN, FORN DE PA, FORNO DE PAN, U OGI LABEA.
Reivindicó el pan sin prisa, el pan del amasado a conciencia, el pan del reposo del guerrero, el de la cocción perfecta. El PAN, PAN.
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