«El pan nuestro de cada día»

«El pan nuestro de cada día»

“Danos el pan nuestro de cada día”

Dagan era un dios justo y sabio, pero a pesar de su conocimiento, nunca pensó que la sapiencia de los hombres llegara tan lejos. Se había propuesto enseñarles los secretos de los cultivos, y hasta regalarles la creación del arado. Pero Dagan se sintió atónito ante la creatividad de los seres humanos. La historia que los propios hombres les cuentan a los hombres, es una falacia.

Las intenciones del dios eran esas, pero él supo, pues lo observó, como los mortales penetraban en el interior de las semillas y le arrebataron los secretos íntimos a los cereales; y en un arranque de máxima adivinación, las molieron, —dos piedras ásperas le bastaron al humano—, para hacer de las semillas harina. Agua, amasar con las manos callosas la pasta, volverla a apretar, acariciarla como a un recién nacido hace una madre; y cocerla en cenizas humeantes dentro de la tierra horadada, o en piedras calientes a modo de horno. Dagan agradeció a los humanos que le otorgaran el descubrimiento, pero en su fuero interno de dios justo, se dijo:

— ¡Son magos! Se han hecho panaderos. 

Ahora los hombres eran dueños de una santísima trinidad: aceite, bebidas fermentadas y el pan.

Las gachas se fueron endureciendo, moldeando a hasta adquirir formas diferentes, el aceite y la levadura llegaron para enriquecerla, y de alguna manera, las tribus saciaron su hambre. La sal las salpicó con su sabor perfecto.

La mesa del hombre puede ser rica en carnes, vegetales; los pavos y conejos humeantes estarán en ella. Los tableros sostendrán las jarras de vino, habrá risas, fiestas, alegrías, pero ahí, como alimento imprescindible, estará el pan acariciando el paladar de todos nosotros.

Llegó como fenómeno social indiscutible, y entró a formar parte de las religiones venideras, el cristianismo lo amasó como a un amigo, y en sus oraciones importantes leemos: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”

Todavía en nuestros días de modernidad, la ostia cristiana de pan ácimo, representa el cuerpo de Cristo.

Es el pan moderno heredero de la sabiduría humana, y Dagan, ese dios olvidado, sigue, en su eterna existencia de señor de las cosechas, aplaudiendo a los hombres.

Hasta para ser sinceros décimos: «al pan pan y al vino vino» 

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