COMO PARTE DE ESA HISTORIA

COMO PARTE DE ESA HISTORIA

VITRALES DEL ALMA

28/07/2023

Amasaba y amasaba dándole forma. Le era fácil hacer bolitas, animalitos, pajaritos de harina, que sé yo. Y así, lento, pero muy lento, iba moldeando igual, en su pensamiento, en el lago insondable de la creación, a una mujer nueva, a una gran mujer.

“Sal, levadura, agua y harina de trigo, un bol grande para tamizar, mezclar con cuchara de palo, se pone levadura, se amasa con agua hervida hasta quedar pegajosa; en una mesa se hacen pliegues hacia adentro hasta que deje de estar pegajosa…” Repetía y repetía una y varias veces. La idea, sembrar en la mente de sus hijas, el arte de conocer, de saber hacer pan. Sabía, a la perfección, que esta actividad, es arte. Una deliciosa y bella obra de arte. Pues, guarda dentro de sí, la hermosa posibilidad de amoldar el alma, de compartir, de dar a quien lo necesita. Es el don sacro que une al hombre con su ser luminoso.

Preparaba igual, chocolate artesanal. Ya podrán imaginar, los aromas que atraían a la gran mesa, a toda la familia, compuesta, además, por pajaritos, mirlas, palomas y los perritos que merodeaban cerca. En una cesta, como sagrada obligación, se ponía una docena de panes calientes para el transeúnte del camino, que deseara saborearlo y no tuviera dinero para comprar. Les cuento, no duraba mucho. Casi que al terminar la merienda se miraba vacía.

Se juntaban dos mesas de madera cubiertas por manteles grandes, bordados a mano. ¡Eran bellísimos! Aún recuerdo las aves que se miraban tejidas en esos telares de diversos colores. Se compartía con los Rodríguez, que eran nuestros vecinos. Es como si de dos familias se hicieran una. A esto obedecía las grandes ollas y olletas que había bajo el mesón en la cocina.

De este acto de amor, el más gratificante, era el de los viernes. Al declinar la tarde y la luz del crepúsculo nocturna se hacía sentir, el padre, reunía a los chiquillos de la casa, para contar cuentos de misterio o de miedo, como decía. Mientras, el aroma a pan caliente y carne asada nos envolvían. Al terminar, daba inicio al cuento de la noche advirtiéndonos antes: “Oiga chinos, no se vayan a asustar y empiecen con pesadillas. Ja, ja, ja.” Se gozaba el momento.

De aquella amalgama de pan caliente, carne asada y miedo, aún recuerdo, la belleza de esos momentos, de esos relatos.

Y dijo el padre: Les contaré la historia del pájaro silbador.

Dicen los abuelos, “que en la niebla espesa que cubre los bosques y montes tenebrosos, mora el espíritu maligno del pájaro silbador. Ave de mal agüero, que reposa a la sombra de los muertos y lleva las almas de los malos al abismo del infierno. Poseído por el espíritu del mal, le encanta el manto lunar y vive bajo la sombra de la obscuridad. Juzga a los difuntos y acecha a los vivos. Cuando se le ve volar por los llanos calurosos y las altas montañas, le acompañan búhos de mal presagio, buitres y cuervos mortuorios” Se cuenta que este animal, siembra la discordia, el odio y la violencia.

Al terminar, temblábamos de miedo y cogidos de la mano, pasábamos corriendo el patio de la casona, directo a los dormitorios.

La casa era y es grande. La llamo la casona, y ahí, cerca de los padres, aprendimos a preparar esas delicias, a compartir y jugar con la imaginación. 

A veces, quisiera, volver a ese pasado para recoger los pedazos que quedaron incrustados en el baúl de los recuerdos, y hacer funcionar, de nuevo, el horno olvidado que aún reposa en lo profundo de mi ser.

Imagen: Créditos a su creador.

Autora. Luz Marina Méndez Carrillo/27072023/

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