CON LAS MANOS EN LA MASA
Fue por pan, pero la panadería de doña Irene, era un caos; su hijo Abel que era muy joven estaba todo untado de harina, amasando con mucha dificultad el pan, que estaba muy retrasado. Doña Irene se justificaba con sus clientes que su vecina se había marchado con su panadero, porque quería un hombre que la amase, por lo cual su hijo inexperto, estaba tomando su puesto.
Para no esperar, Cándida se arremangó las mangas de su blusa, y se puso a ayudar a Abel. Iban mesclando harina, levadura, sal y agua. Golpearon la masa con todas sus fuerzas hasta quedar sin aliento y cuando esta ganó elasticidad, trabajaron formando una bola, y luego la aplastaban dándole forma. En ese proceso de arrancar la masa él jaló la mano de ella, y se entrelazaron sus dedos unidos con la masa, se miraron a los ojos.
Se horneó el pan e Irene pudo ofrecer su agradable y hermoso pan, más suave que nunca. Cándida quedó muy impresionada.
- ¡Qué curioso, cuanto más se golpea, más suave se pone la masa!
A partir de entonces, Cándida, se daba sus escapadas para ayudar a amasar y ganarse sus propinas de doña Irene, ya que sus padres no veían con buenos ojos este oficio.
- ¿No puedes aspirar a algo mejor que hacer pan?, le habían expresado.
Cándida de niña jugaba a la panadería, amasaba tierra con agua y horneaba en una olla vieja hecha de barro cocido, puesta de costado. Sus compañeras, la miraban con desdén, tendrá feas manos, cuchicheaban, pero ahora tenía la oportunidad de amasar de veras el pan.
Cierto día, al llegar al horno, encontró a Abel sentado. Cándida sin más le preguntó.
- ¿Qué le había sucedido?, Él le mostró, la pantorrilla, había salido a vender pan porque no le gustaba amasar y un perro le había plantado los caninos. Le pidió que le sacara a caminar pues toda la semana estaba sentado.
Ella asintió y salieron a la calle. Abel se apoyó, la abrazó, ella quedó cogida pero no dijo nada, pues pensó que era la forma de apoyarse. Más sorprendida quedó, cuando una joven apareció ante ellos e increpó a Abel. ¡Así te quería coger “con las manos en la masa”!.
Antes que fuera agredida por la furiosa muchacha, Cándida escapó, dejando caer al mordisqueado, quien alegaba que no era como creía.
Días después Abel la encontró a la salida del colegio, explicando que ella había llenado su corazón, más lo otro solo había sido una ilusión pasajera. Cándida estaba clara con sus sentimientos, no era momento para una relación amorosa, con la amistad era suficiente. Ella buscaba ser útil y no ser carga, que tan solo lo lograría con trabajo, aclaró que seguiría yendo a la panadería por esa razón y no por otro interés.
Así lo hizo, hasta que una tarde la madre de Cándida llegó a la panadería cuando la joven estaba en toda su jornada, iracunda le gritó, _ ¡Te encontré con las manos en la masa!
- Mamá, comerás el pan con el sudor de tu frente el mismo Dios lo ordenó, y eso hago. La matrona respondió,
- ¡lo prefiero con mantequilla, no con sudor! ¡guácala!
La joven salió corriendo muy avergonzada y no regresó más. Solo supo que Abel había marchado a la capital para estudiar en una gran universidad, ella sentía su fracaso por no hornear y cada vez que pasaba el cartero, su ensueño era recibir noticia de Abel; más quedaba desencantada. Pasó el tiempo, los días del pan suave quedaron en el olvido, a más que doña Irene partió a amasar el pan Divino.
Alguien le dio el dato que en cierto mercado vendían un pan muy suave. Así que Cándida estaba ahí, buscando con la mirada divisó un panadero con una gran canasta, se acercó y tomó una pieza de pan para probarlo, era realmente suave como las caricias, lo deleitó, más cuando se disponía a pagar, el panadero desapareció.
_Me cogiste “con las manos en la masa”, decía la carta que le llegó a Cándida.
_Soy Abel me escondí de vergüenza, no concluí los estudios y retomé la panadería de mi madre. Ahora soy un panadero mediocre…a pocos le gusta mi pan, prefieren el pan picante, pan erótico, pan romántico y le refería, como le había extrañado todo ese tiempo que ella era su novia eterna…
Ella respondió.
-El pan y el amor son semejantes he aquí la receta para sacar el mejor pan.
Ingredientes:
1 kilo de decisión.
½ kilo de sinceridad.
¼ de kilo de paciencia.
un litro de trabajo.
una pisca de sacrificio.
100 gramos de fe.
Coloca en un bol el kilo de decisión para determinar si tu pan nutrirá o solo engordará, es decir si vas a escoger amar o jugar con los sentimientos.
Mescla con la sinceridad, a fin de reconocer tu capacidad para sacar un buen pan. Es decir ¿amas de verdad?, o recurres a palabras vacías, sutiles para lograr lo que enfermará.
Poco a poco añade paciencia, pues todo lo que se hace con aguante tiene un comienzo y un final feliz, y habrás logrado superar el fracaso.
Afirma la masa con el litro de trabajo, pues cuanto más esfuerzo, sin mirar quien da más o quien menos, darás de comer a muchos, porque ya no son dos sino uno. La masa solo es una, aunque salgan muchos panes, y cuanto más se tolera más se valora, pues el amor es sufrido por lo cual la pisca de sacrificio leudará y elevará el amor a la altura de la inmolación. El verdadero amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Con esa fe de sacar el mejor pan, confía que serás feliz cuando todos estos ingredientes se mezclen totalmente. No pensando en ti mismo, sino en los demás, por que el pan siempre será pan y el amor nunca dejará de serlo.