Hoy es el día, vestida de negro preparada para asesinar.
– ¿Está segura?
– Si, llego la hora, acabaremos con esto, cambiare el mundo, así sea sobre mil cadáveres.
– Bien.
El cielo es cubierto por nubes negras, atrás mío las personas reflejan miedo, rabia y tristeza y al frente está EL, su expresión es la misma: calmada, detrás su gente: refleja lo mismo que la mía.
Los dos se miran directo a los ojos, separados por el abismo, Ella dispara con su arma, haciendo que la tierra se derrumbe, desde el aire, el dispara, provocando que ella caiga con él.
Mi báculo golpea con todas mis fuerzas su rostro, una y otra y otra vez, desechando mi odio y dolor en cada golpe, apenas se cubre, no me detengo, mi corazón golpea con fuerza queriéndose salir, siento mi sangre caliente recorrer cien veces más rápido, mi fuerza aumenta, le golpeo con más fuerza. La sangre cae y mancha el agua, una, dos, su mano se dirige hacia mi rostro, caigo, mi sangre brota, se acerca cubierto de sangre, me toma y alza, preguntándome – ¿por qué? Me tira.
Recupero mi arma y apunto. El odio se apodera de mí, les grito: – ¡morirán todos, no valen la pena, desde que nací, los he visto: solo asesinan, destruyen, son infelices, por eso pisan a quien florece, egoístas, hambrientas de poder y sumisión, la transparencia y gentileza es manchada por el dolor!
De repente algo atraviesa mi espalda: una flecha de cristal llega a mi abdomen.
Su expresión cambia a tristeza y miedo, lágrimas brotan. – ¡NO! ¿PERO QUE HAN HECHO? ES SU GENTE.
De mi boca brota sangre – está bien, Lo siento- dice entre sosollos- de verdad lo siento.
– ¿Por qué no regresaste a casa? pregunto- mis lágrimas aclaran la sangre
– Ya estoy aquí, acaricia mis mejillas, me mira con ternura y dolor, toca mi frente con la suya- te juro que no me iré. – regrese a casa.
– Vete, te asesinaran. Así son.
De repente una flecha transparente como la anterior dirigida por su pueblo atraviesa su cuerpo.
–Sonríe– juntamos los cuerpos, nos atraviesan las flechas, me abraza, junta sus labios con los míos: Ahora recuerdo cómo se siente, no hay dolor, tristeza, odio, ya no soy yo, ahora entiendo, siempre me protegió. Me alejó.
– Ella era tan frágil y buena, su alma pura me sanaba, mi oscuridad recorría su luz, estaba perdido, tanto, que no vi que su blanca alma sangraba, estaba llena de odio, rechazaba al mundo, lo juzgaba y sacrificaba por él. Al estar a mi lado dejaba de sangrar.
Su aliento me llena de alegría y vida, mi oscuridad, frio y soledad, ahora es tranquilidad, siempre necesite de ella.
– De sus ojos brotan lágrimas, el placer infinito regresa, murmuran: – Amor regresemos a casa.
Dos cuerpos, caen unidos, sus pueblos se juntan y lloran por ellos, pidiéndoles perdón y Hasta el fin de los tiempos dan la vida a su tierra como ellos la dieron por un beso.
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