Besos con sabor a lluvia y trigo

Besos con sabor a lluvia y trigo

Andres Puerta

14/03/2021

De repente me asomé a la ventana, hallándote justo cuando menos esperaba verte. Aunque esta vez te noté cabizbaja y empapada por la lluvia, lo cual no me parecía patético, sino más bien llamativo, invadiéndome unas ganas de seguirte. Y al seguirte, me llevarías sin saber que te sigo, hasta donde nace el arcoíris en tiempos lluviosos. Un trigal tan enorme que no es posible verle su final, tragado por el horizonte. Además, me inquietaba tu andar impetuoso, como si algo te irritase. ¿Qué te pasa? Reflexioné por un momento aquella pregunta dentro de mis pensamientos. Y sin ánimo de molestarte, me acercó hacia ti rápidamente.

Te hablé, como intentando romper el hielo, y me contestaste, pero con una falsa cortesía, como si no te sorprendiera verme. Siendo tu primera frase aquello que haría confirmar mis sospechas, pues de verdad te hallabas inquieta desde nuestro último encuentro.

“Necesito una copa”, fue su frase luego de la anterior, lo que me daría pie para confesarte que, en medio de la bebida, logras liberar esa parte que tanto intentas ocultar, pero que de manera curiosa es la parte que más me gusta de ti, deseando que siempre fueras así en la sobriedad. Por supuesto, te noté incomoda por un momento luego de aquella confesión.

Después nos miramos el uno al otro por breves segundos, antes de cortar aquello con un beso robado. Dejándote llevar luego por unos instantes, antes de que tu lado razonable te hiciera detener en una intensa guerra entre tu razón y tus sentimientos, usando tu cabeza como campo de batalla. Aunque sería más fuerte el bando de tus sentimientos, haciéndote vulnerable a una segunda avalancha de besos robados.

Y de nuevo te dejas llevar por unos instantes. Y de nuevo te hace detener la poca resistencia que queda de tu lado razonable, desgastado cada vez por una tensión insoportable, hasta ser vencido por el golpe definitivo de una tercera avalancha de besos robados. Y ya sin nada que nos contenga, se acrecienta nuestra pasión insostenible y desbordante, a tal punto que su gran peso nos hace caer encima de un colchón de trigo. Entregados totalmente a caricias mutuas cada vez más intensas, a la vez que la lluvia nos sometía ante su régimen. Cubiertos y empapados hasta la saciedad.

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