LA OLA Y EL MALECÓN

LA OLA Y EL MALECÓN

Gustavo Chiriboga

11/03/2021

El malecón de piedra, aunque aún rígido, ya muestra hendiduras de las llegadas a veces suaves y a veces violentas de las sorpresas de la vida. De pie, él observa su llegada lenta con flamear de cabellos y faldas bajo la luz de un cálido atardecer sobre las aguas teñidas. Meciéndose, camina descalza sobre las piedras aún calientes, tan sensual y sutil como la ola que se forma a lo lejos. A su llegada, aprieta el mango del elegante bastón, mientras ella delicadamente le retira el mechón de cabellos blanquecinos que juguetea frente a sus ojos.

Piensa; te partiría esa boca… lo único que me detiene es el aire entre los dos.

Con el mismo deseo de un niño frente a una vitrina de dulces, me descubro mirando sus labios, húmedos como la arena recién lamida por el mar.

¿En qué me estoy metiendo? Cada final, cada dolor, cada rechazo, se agolpan como piedra sobre piedra del camino recorrido en el que construí mi fortaleza.

Miras fijamente con tu media sonrisa dibujada en la cara, burla coqueta a mi inminente rendición secreta… o será que lo has notado?

Me marea como una adicción el deseo de sentir tu aliento y apoderarme de tu sabor.

De solo pensarlo me sonrojo y aunque quiero acercarme, no logro moverme ni un centímetro.

Anticipo el suicidio de mi libertad en mi último salto al vacío.

La ola que se acerca cada vez más imponente, ya los vio correr el uno al otro y revolcarse en espíritu, mientras las piedras dilatan lo inevitable.

Apasionada, se entrega aún más al ritmo silencioso, pero no menos poderoso, del respirar y el latir del cosmos en el que baila el mar. Absorbe golosa la energía de una tormenta que viaja a lo lejos para elevarse sobre sí misma, dejándose sentir potente e irreverente como una lengua de seda que acaricia húmeda al malecón, llenándolo de vapor.

La explosión diluye el sonido del bastón cayendo contra el piso.

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