Un beso repentino

Justo cuando Santy mira el exterior desde la ventana de su casa, ve algo tan familiar que le causaría un extraño déjà vu. Una guerra tan potente entre dos miradas que fue capaz de detener todo el universo. Siendo él traicionado por una timidez que le haría desviar su rostro, causando que todo retornase a su cauce natural.

Y justo en medio del proceso, pudo confirmar algo: era Danna, la dueña de su corazón, aunque platónico. Tanto, que él la percibía tan lejos como la distancia entre la tierra y las estrellas.

El asunto es que Santy tuvo el atrevimiento; gran error, por cierto; de confesarle a ella su amor mediante cartas. Lo que haría que a la pobre Danna bajo el peso de tan incomoda presión, no encontrará mejor remedio que tomar el camino fácil: el de alejarse. Lo cual fue un momento tan triste para él, que sintió como el mundo se le derrumbaba. Aunque no sería la primera vez que caería bajo el doloroso puñal del desamor, siendo aquello una sensación angustiante de sofoco. Una desolación que convertiría su fértil corazón en desierto, como si de una invasión de langostas se tratase. Aun así, lo tuvo que asumir con una madurez admirable y una triste resignación.

Pero ahora, tras una semana de lo acontecido, se vuelven a ver, mientras Danna se disculpa por el desplante. Luego conversan un rato, le confiesa valientemente lo halagada que está por tan bellas cartas, y después, sin avisarle nada, le da un repentino beso a un Santy que no daba crédito a lo que le pasaba. Y no es para menos, pues son esos momentos que hacen cuestionar si todo es real o es un sueño, aunque no tardó mucho en dejarse llevar por la calidez de su apetecible boca.

Sin duda, aquello tan íntimo se rodearía de un aura de sensaciones comparable a tocar el paraíso celestial. Dos almas unidas en una danza erótica que, en su duración, no daría tregua, hasta escalar paulatinamente a zonas más prohibidas. Sus labios se tocaban, sus lenguas se rozaban y sus cuerpos se unían en caricias y placeres imposibles de olvidar.