Él quería robarle, ella sabía que no debía pero su cuerpo había
decidido y no pudo luchar contra el irresistible magnetismo. 

Había
pasado toda la noche dando vueltas sin poder dormir. Se
levantó antes
del amanecer, nerviosa por la cita. Era
irónico que después de tantas veces aún se sintiera así.
Seguramente sería como todas las demás. 

La primavera traía el recuerdo de Guillem. El corazón de Elisa se
había helado y fragmentado
el día que él
murió. 

En
el afán de ayudarla y sacarla de su letargo,
Analía, su mejor amiga, solía invitarla a comer
a su casa y presentarle amigos de Luis, su marido,
pero Elisa les prestaba menos atención que a una planta. 

Sin
embargo
parecía divertirle, cosa que Analía interpretaba como una señal
para seguir insistiendo hasta dar con el candidato adecuado, era muy
testaruda cuando se proponía algo. 

Al
cabo de algunas cenas
dejó de organizarlas en su casa por el trabajo que implicaban y se
convirtieron en citas a ciegas. Incluso abordaba a clientes de su
tienda, cual celestina, si le parecían monos y alegres porque ya
había agotado su lista de amigos.

Habían pasado unas
cuantas semanas desde la última cita organizada
por su amiga y Elisa pensaba que ya habría desistido, pero no. Esta
vez tenía un nuevo pretendiente y la cita sería ese domingo en un
restaurante de la costanera.

Elisa se presentó con un vestido de seda floreado, muy elegante pero
informal, él la esperaba en la mesa vestido con una camisa blanca de
manga corta. Le pareció apuesto y simpático, como todos los demás.
Estaba acostumbrada a cenar con extraños cada dos o tres semanas
gracias a su amiga. Esos encuentros la sacaban de la tristeza y
soledad en la que vivía desde que Guillem se fue.

Adrián era cautivador, desvergonzado y atrevido y provocaba en Elisa
una extraña atracción que nunca antes había sentido.

Después de comer
él le propuso dar
un paseo por la
costa, que era realmente mágica
de noche. No había mucha gente y eso le provocó cierta
desconfianza,
pero así y todo aceptó. Caminaron unos minutos y de pronto Adrián
la cogió de la mano y la jaló suavemente detrás de una columna que
ofrecía una oscuridad e intimidad muy conveniente. La apoyo contra
la pared, pasó una
mano entre su pelo, la otra por la cintura y la pegó contra él.
Elisa sintió una extraña mezcla de miedo y excitación. La fantasía
y su aliento tabaco y menta la hicieron encender como un volcán.
Deslizó
su mano por la espalda firme y musculosa de
Adrián. Sintió su cuerpo vibrante, agitado.

Se fundieron en un beso apasionado y profundo. Hacía mucho tiempo
que no había sentido algo así.

La sangré volvió a fluir por sus venas y su corazón se descongeló,
las piezas de unieron y empezó a latir tan fuerte que parecía
que le iba a salir del pecho.

Él quería robarle un beso pero en cambio le devolvió la vida.

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