La Peste y el Beso

La Peste y el Beso

Sabrina I

29/01/2021

Corría el año mil trecientos cuarenta y siete cuando de repente el continente europeo se vio asolado por una peste que desconocía altamente mortífera que infundio terror entre los habitantes. Ciudades enteras quedaban vacías debido a que la peste pasaba su guadaña. La Iglesia decía desde el púlpito que era el castigo por los pecados cometidos e infundía más terror. Eran épocas obscuras de poca higiene y educación. Nadie osaba contradecir a la Iglesia. En este contexto es que Livia una muchachita jovial que vivía en el sur de Italia perdió a toda su familia. Una tragedia sus padres y sus cinco hermanos perecieron en menos de un mes. Sola y sin ayuda de nadie huyo al campo al principio no encontraba refugio hasta que fue a dar al convento de unas religiosas las que muy amablemente la ayudaron y le dieron refugio. Durante unos años se quedó ahí la emplearon para hacer el servicio prácticamente no había paga y dormía en el establo ya que era un convento muy pobre, sin embargo, era mejor que nada. Vagar sola por los caminos era en esos tiempos muy peligroso. Se era presa fácil de ladrones y violadores.

Livia poseía una gran belleza era de tez mate cabellos negros azabache con unos rulos muy tupidos su cabello le llegaba a la cintura el cual se recogía con unos turbantes. Era alta y esbelta. Sus senos redondos sedosos y prominentes, así como sus caderas. Era una joven que no pasaba desapercibida. Livia no poseía una gran inteligencia algo común en la época que englobaba a todas las mujeres sin embargo era una gran soñadora cuando terminaba sus labores se sentaba en una colina a mirar el horizonte creía que desde ahí llegaría su gran amor. Las hermanas le insistían en que dejara de soñar y pensara en su futuro y que lo mejor para ella seria unírseles ahí estaría cuidada y bien atendida al abrigo de un Dios misericordioso y todopoderoso que cuida bien de sus esposas. Pero Livia siempre encontraba la forma de rechazar aquella oferta.

Un día Livia tuvo que ir al mercado por víveres y cuando volvía se desato una tormenta infernal caía lluvia a montones no se veía el camino y eventualmente se perdió paso la noche a la intemperie toda mojada al otro día se sentía fatal no tenía fuerzas para levantarse y ahí en el campo tendida se desmayó por la alta fiebre que agarro.

Un pobre pescador llamado Raúl de la misma edad que Livia paso por ahí y encontró a nuestra joven desmayada. Trato de reanimarla, pero nada. La llevo en brazos hasta su humilde casa donde la cuido con amor y dedicación. Livia se empezó a sentir mejor pero no tenía fuerzas para irse y luego de un mes ambos jóvenes se convirtieron en amantes. Livia jamás volvió al convento. Los besos apasionados de Raúl la convencieron de casarse con él y así formaron una familia.

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