Besos de película. Familia amor genuino y eterno.
Es difícil poder expresar en unas pocas líneas lo que la película “Coco” representa, nos enseña y nos ha regalado a todos sus espectadores proyección tras proyección.
Esta película ha logrado interpelarnos transversalmente en nuestras diferentes edades y cada reproducción del film nos obsequia nuevas y variadas reflexiones sobre la vida gracias a las distintas temáticas abordadas en ella.
En lo que aquí interesa, -y que puntualmente hace al quid de esta redacción-, la película “Coco” ha marcado significativamente a esta amateur escritora y humildemente considero que también hizo lo mismo con miles de otros espectadores en cuanto a la manera de redirigir nuestros comportamientos afectivos luego de compartirla.
“Coco” nos exhorta a expresar el amor, respeto y admiración hacia todos los adultos que forman parte de nuestra vida diaria, -más incluso aún-, con aquellos que son nuestra familia. Y que importante y revalorizada debe ser la palabra “familia”. Ya que, tal como la película no deja de expresarlo escena tras escena, – y aunque suene una frase cliché- y desconectada con los tiempos acelerados y efímeros en los que vivimos, se comprueba una vez más, que “la familia es la base de la sociedad”; es el pilar sobre el cual estriba todo individuo en los momentos malos, en los momentos de mayor desolación, y en los cuales debería de la misma manera regocijarse ante las bonanzas de la vida. “Coco”, nos recuerda que ese es el camino. Que, en los buenos y malos momentos de la vida, la familia debe ser sostenida en el primer puesto del podio de la carrera que corremos contra nosotros mismos; que es nada más y nada menos que la vida misma. Que pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, tomemos temporalmente caminos y decisiones separadas, -metafóricamente- así como el Padre recibe al hijo pródigo en uno de las parábolas bíblicas; nuestra familia estará allí para recibirnos en el momento que nos dispongamos a acércanos a ella; porque “sanguis est sanguis”.
En el mismo sentido, y no solo atendiendo a los adultos en el seno de la familia, sino que, trasladado a nuestra cotidianidad, “Coco” es una inyección al espíritu que nos despierta el interés en la experiencia que tienen los adultos mayores que nos rodean a diario, nos obliga a practicar la escucha activa y a tomar de esas conversaciones siempre algo fructífero para nosotros.
En fin, tras ver “Coco” solo se me ocurre: tomar el teléfono, llamar a mi abuela, preguntarle cómo esta, visitarla, decirle a mamá cuanto la quiero, a papá cuanto lo respeto y admiro, a mi hermano que siempre lo protegeré; y cuando todo esto regrese a la “normalidad” conocida y me encuentre caminando acelerada por Av. Corrientes envuelta en la vorágine diaria y me tope con un anciano de paso lento y vejez bien llevada solo podré regalarle mi cordial y respetuoso saludo.
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